ElCanillita.info, 26/11/2023
Desde la omisión del pago al Banco Mundial hasta la tipificación como delito de la publicación de estadísticas de inflación precisas, hay pocos límites de la buena gobernanza que Argentina no haya traspasado alegremente a lo largo de décadas. La elección del “anarcocapitalista” Javier Milei como presidente, en sustitución del peronismo populista de izquierdas de Alberto Fernández, promete un nuevo y emocionante capítulo de la historia.
La principal fuente de cataclismo es la terapia de choque económica interna propuesta por Milei -recortar el gasto público en 15 puntos porcentuales del PIB-, que promete convertirle en política thatcheriana de Mary Elizabeth Truss latinoamericana (ex ministro británica) elevada a la septima potencia. Los inquietantes vínculos de su campaña con el pasado dictatorial de Argentina también amenazan con avivar las divisiones del país, ya de por sí fracturado.
El respaldo electoral a sus ideas económicas, cuando Argentina, miembro del G20 de grandes economías, ha solicitado su ingreso en la agrupación de mercados emergentes “Brics”- desgasta la idea de que dicha categoría de naciones tenga alguna orientación geoeconómica común duradera. Bajo el mandato de Fernández, Argentina se ha embarcado en el endeudamiento a través de líneas swap con el Banco Popular de China, como parte de una supuesta desdolarización del sistema financiero mundial. La elección de un presidente que anhela adoptar la divisa estadounidense supone un cambio radical y abrupto.
En realidad, es poco probable que Milei consiga que el Congreso argentino apoye su terapia de choque monetaria y fiscal. Sus políticas internacionales, sin embargo, seguirán perturbando la idea de un orden del “Sur Global”. Milei ha calificado al gobierno de China de “asesino” y al presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, de “corrupto” y “comunista”. Más en concreto, ha amenazado con retirarse del bloque comercial sudamericano Mercosur, formado por cuatro países, que actualmente se encuentra en una delicadísima fase final de negociaciones para ratificar un proyecto de acuerdo comercial con la UE.
Abandonar el Mercosur no es la idea más descabellada de Milei. El bloque no ha sido un buen motor de liberalización y crecimiento. Ya tiene bastantes problemas para reducir las barreras al comercio entre sus miembros, por no hablar de la apertura de sus economías al resto del mundo. Su acuerdo comercial con la UE tardó 20 años de negociaciones en llegar a la fase de firma en 2019, y desde entonces la ratificación se ha visto frenada por el deseo de Brasil de modificar el acuerdo para mantener un mayor control sobre la contratación pública, junto con la preocupación de la UE por la deforestación de la Amazonia.
La situación, sin embargo, presenta potencialmente una estrecha apertura para que las fuerzas del liberalismo económico moderado en Argentina se impongan y al menos hagan un gesto hacia una vía intermedia cooperativa entre el populismo estatista y el libertarismo de tierra quemada, y entre las economías avanzadas y las emergentes. La mínima representación de Milei en el Congreso significa que dependerá en gran medida de los partidarios de Mauricio Macri, su predecesor-pero-uno como presidente – tal vez la razón de la reacción optimista de los mercados financieros al resultado del domingo.
La presidencia de Macri fue una gran oportunidad perdida. Tuvo muchas de las ideas correctas, concluyendo por fin la reestructuración de la deuda soberana tras un impago en 2001 y firmando el acuerdo UE-Mercosur. Pero perdió los nervios y retrocedió en el control de la inflación.
Si Macri puede empujar a Milei en la dirección de la cooperación, podría surgir algo útil. Concluir el acuerdo UE-Mercosur, por ejemplo, demostraría que los países más ricos y más pobres pueden liberalizar el comercio de forma cooperativa, protegiendo al mismo tiempo sus respectivos valores.
El momento es interesante. Paraguay, cuyo presidente está a favor del acuerdo, asumirá la presidencia del Mercosur el 7 de diciembre e insiste en que cualquier acuerdo revisado debe concluirse antes de esa fecha. La fecha de la toma de posesión de Milei, el 10 de diciembre, plantea la intrigante propuesta de obligarle a aceptar un acuerdo revisado entre la UE y Mercosur, en lugar de deshacerse por completo del bloque comercial.
Lula, que anteriormente se había mostrado muy escéptico sobre el acuerdo UE-Mercosur, ha entablado estrechas negociaciones con Bruselas en las últimas semanas, con la vista puesta en la fecha límite del 7 de diciembre. No hay grandes posibilidades de éxito en este plazo, dados los recelos que hay que superar. Milei también tendrá que tragarse su propio negacionismo del cambio climático a una velocidad récord, dados los compromisos medioambientales del pacto. Pero llegar a un acuerdo sería una forma eficaz de demostrar que las economías emergentes y avanzadas pueden cooperar.
Para ser realistas, dado el desastroso legado de alta inflación, bajo crecimiento y una moneda que se desploma que ha heredado, el gobierno de Milei probablemente se estrellará como la mayoría de sus predecesores. El último presidente argentino que prometió la desregulación y un régimen monetario duro fracasó estrepitosamente. Carlos Menem, en el poder entre 1989 y 1999, fijó la paridad del peso con el dólar en 1991 y se lanzó a una oleada de privatizaciones, pero el incontrolable gasto público hizo que el experimento acabara en impago y devaluación una década después.
Pero si Milei quiere elegir sus batallas -y a sus aliados- con bastante más delicadeza de la que ha demostrado hasta ahora, hay al menos algunas cosas que podría hacer por el camino. Es improbable que Argentina consiga algún éxito en materia de racionalidad económica, pero el acuerdo comercial de Mercosur con la UE no está del todo descartado.
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