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Un Cisne Negro

Por Enrique Guillermo Avogadro

Buenos Aires, 03/09/2023
Tal como todos suponíamos, el kirchnerismo duro, encabezado por Cristina Kirchner y su hijo Máximo, impuso al Ministro “Aceitoso” Massa la obligación de poner en marcha el “plan platita III” como secuela del cachivache que constituyó una devaluación sin plan y sin sentido; como el mandatario no tenía recursos propios, intentó meter la mano en bolsillo ajeno, pero se encontró con una realidad: todos los conejos de su galera ya están muertos.

No sólo todos olvidaron que en 2021, cuando el extinto Alberto Fernández puso en marcha el “plan I”, el éxito electoral no acompañó a ese disparate populista e inflacionario; los beneficiarios se guardaron el dinero y, en las elecciones legislativas de ese año, condenaron sin atenuantes al Gobierno.
Poniendo una nueva lápida a su candidatura presidencial, los gobernadores de catorce provincias se pararon de manos y rechazaron la inconsulta medida, y lo mismo hicieron los intendentes y las empresas.

De todas maneras, la idea de un bono general de $ 60.000 en dos cuotas, además de no producir efectos en una economía con una inflación que galopa hacia el 150% anual, olvidó que la mitad del universo que sería el destinatario de ese “favor” de Massa se encuentra en la informalidad, o sea, que no podrá cobrarlo.

Por lo demás, transcurrió otra semana sin que los grandes popes de Unión por Todos, que incluyen a Eduardo Wado de Pedro, nada menos que jefe de campaña del Aceitoso y Ministro del Interior, abrieran la boca para expresar su apoyo al candidato encumbrado por su propia extorsión, traducida en la amenaza de una extemporánea renuncia en medio de una tormenta perfecta, aunque se trate de un timonel probamente fracasado.

La ex emperatriz del Calafate, cuyo poder ha menguado hasta la insignificancia, dedica todo su tiempo a combatir contra los molinos de viento que giran en la terraza de los tribunales federales de Comodoro Py, ese monumental edificio en el que moran las principales “narices” perfumistas de la Argentina, capaces de detectar los primeros efluvios del olor a calas cuando comienzan a aparecer, difuminados, en el horizonte político nacional.


La fugaz reaparición en las redes de Cristina fue sólo para intentar mantener viva, un año después de ocurrido, la fantasía de una conspiración global detrás del disparatado atentado de la “banda de los copitos”; parece que no conoce la máxima que asegura que del ridículo no se vuelve.

La inseguridad cotidiana, que acredita diariamente en su cuenta muchas muertes ignoradas, concentró todas las luces por el brutal asesinato de Mariano Barbieri, en especial porque volvió a ocurrir, tal como sucedió con la niña Morena hace algunos días, en un distrito gobernado por la oposición.

Pero también desnudó que la ciudad de Buenos Aires ya no es un territorio prohibido para una calamidad que azota, inmisericorde, a todo el país, y que su Policía tampoco es el colmo de la eficiencia en el combate al delito.

Para concluir, quiero recordar que dos economistas enormemente serios, como son Juan Carlos de Pablo y Ricardo Arriazu, esta misma semana han dejado de descartar de plano que un nuevo cisne negro pueda poner un abrupto y anticipado final a esta ruinosa gestión.
Si fuera así, nuevamente la Argentina vería el inicio de un nuevo terremoto socio-económico de características y volumen resultan dificilísimo imaginar.

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