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El último líder de la Unión Soviética

Mijail Gorbachov 2/03/1931 – 30/08/2022

Después de reunirse con Mijail Gorbachov por primera vez en Chequers en diciembre de 1984, Margaret Thatcher proclamó la famosa frase:
“Soy prudentemente optimista. Me gusta el Sr. Gorbachov. Podemos hacer negocios juntos”.

Fue una declaración audaz después de cuatro décadas de Guerra Fría y de la sucesión de líderes soviéticos de rostro adusto, intransigente y profundamente enfrentados que lo habían precedido. Sin embargo, la primer ministro se vio más que justificada por los trascendentales acontecimientos que siguieron cuando Gorbachov se convirtió tres meses después en el líder más joven y último de la Unión Soviética, y posteriormente en su primer y único presidente.

Entre 1985 y 1991 “Gorby”, como se le conocía cariñosamente en Occidente, presidió no sólo el colapso de la URSS y del comunismo soviético, sino también el fin de la Guerra Fría y de una prolongada carrera armamentística que había amenazado con culminar en un holocausto nuclear. También dejó atrás un rediseño radical del mapa político de Europa.

Esa no era la intención de Gorbachov. Asumió el cargo con el objetivo de revitalizar el estancado sistema soviético, no de desmantelarlo. Pero sus reformas, especialmente la glasnost (apertura) y la perestroika (reestructuración), cobraron un impulso propio que resultó imparable.
Cuanta más libertad y democracia se daba a los pueblos soviéticos reprimidos, más exigían. De mente abierta y dispuesto a abandonar dogmas anticuados o inviables, Gorbachov no trató en general de revertir las fuerzas que había desencadenado involuntariamente, a pesar de la feroz oposición de la vieja guardia soviética que, en 1991, organizó un golpe de Estado sin éxito contra él.

Así, la liberalización de Gorbachov permitió que estallaran en la Unión Soviética y en Europa del Este agravios nacionales reprimidos durante mucho tiempo, que culminaron con la caída del Muro de Berlín en 1989 y el dramático derrocamiento de los regímenes comunistas a lo largo de la Cortina de Hierro.
Al evitar el retorno a la antigua represión comunista, hizo posible la disolución del Estado soviético. Este proceso fue acelerado por Boris Yeltsin, un antiguo funcionario del Partido Comunista que se había asegurado una base de poder independiente como presidente de Rusia gracias a la introducción de elecciones competitivas por parte de Gorbachov.

Aunque la catástrofe nuclear de Chernóbil se produjo bajo el mandato de Gorbachov en 1986, éste fue acogido y ensalzado en Occidente y en gran parte del resto del mundo, y recibió el premio Nobel de la Paz en 1990. En marcado contraste con sus predecesores, aplicó un enfoque ampliamente constructivo y cooperativo a las relaciones internacionales. Aunque Ronald Reagan le humilló cuando pronunció su discurso “¡Sr. Gorbachov, derribe este muro!” en 1987, no obstante forjó una estrecha relación personal con él, así como con Thatcher, aún cuando también eran adversarios ideológicos, y con Helmut Kohl, el canciller alemán.

En cuanto al estilo, Gorbachov supuso una ruptura con la anterior gerontocracia soviética, y deleitó al público occidental. Sonreía. Era mediático, enérgico y agradable. Viajaba a todas partes con su esposa Raisa, que era inteligente y moderna (la llamaba “mi general”); incluso hacía “paseos” espontáneos por capitales extranjeras y provocó un fenómeno de “Gorby-manía”. La prominente mancha de nacimiento que tenía en la cabeza quizá le hacía parecer más humano.

Gorbachov era una figura mucho más controvertida en su país. Desempeñó un papel decisivo en la transformación de un sistema muy autoritario y opresivo en un régimen más ilustrado en el que se impusieron las tendencias pluralistas y democratizadoras. Liberó a los presos y rehabilitó a los disidentes, introdujo la libertad de expresión, de reunión y de religión, y permitió el surgimiento de la sociedad civil. Sin embargo, se le culpó del colapso de la economía soviética, del caos que siguió a la disolución de la Unión Soviética, de la pérdida de los territorios rusos que tanto costó conseguir y de la disminución de la estatura de su país en el mundo.

El viaje de Gorbachov fue extraordinario: de comunista ortodoxo a reformista comunista y a socialista socialdemócrata, y cuanto más tiempo permaneció en el poder, más radical se volvió, pero nunca se benefició de la política electoral que inauguró. En 1996, cinco años después de la disolución de la Unión Soviética, se presentó a las elecciones presidenciales de Rusia. Recibió menos del 1% de los votos, un triste epitafio para uno de los estadistas más importantes e influyentes del siglo XX.

Mijaíl Serguéievich Gorbachov nació en 1931, hijo de los campesinos María (de soltera Gopkalo) y Serguéi, en el pueblo agrícola de Privolnoye, en la región de Stavropol, al sur de Rusia. Alemania invadió la Unión Soviética cuando él tenía diez años y Privolnoye estuvo bajo la ocupación nazi durante varios meses. Durante los dos años que duró la guerra no fue escolarizado. Una vez terminada la guerra, Gorbachov pasó las vacaciones escolares trabajando en una granja colectiva con su padre, conductor de cosechadoras. Eran trabajadores ejemplares y, a los 17 años, Gorbachov fue condecorado con la Orden de la Bandera Roja del Trabajo por ayudar a su padre a obtener una cosecha récord. Esto y sus dotes académicas le permitieron ingresar en la Universidad de Moscú.

Gorbachov estudió Derecho y se graduó con honores en 1955. En su época de estudiante participó activamente en el Komsomol (Liga de Jóvenes Comunistas) y se afilió al Partido Comunista. Aunque sus abuelos habían sido enviados a campos de trabajo en Siberia en la década de 1930 por “sabotear” el socialismo, Gorbachov se sintió profundamente conmovido por la muerte de Stalin en 1953. La muerte de Stalin dio paso a una atmósfera política más libre, especialmente en las universidades. Años más tarde, dijo: “En la universidad empecé a pensar y reflexionar y a ver las cosas de otra manera. Pero, por supuesto, eso fue sólo el comienzo de un proceso muy largo”. Continuación...



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