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El pueblo francés es el mejor aliado del Reino Unido

El Presidente francés Emmanuel Macron ha tomado por costumbre de amenazar con bloquear el suministro de energía al Reino Unido, cada vez que hay una disputa sobre el Brexit.

Utiliza las interconexiones eléctricas a través del Canal de la Mancha, de la misma manera que Vladimir Putin ha utilizado los gasoductos de Gazprom, para acosar a Ucrania o a los Estados bálticos.

Macron anunció a los medios de comunicación franceses en octubre, que reduciría los flujos de energía al Reino Unido si los pescadores franceses no recibían mayores cuotas en aguas británicas.

Luego engatusó a Bruselas para que siguiera la misma línea en las últimas semanas de las conversaciones del Brexit, añadiendo entonces una vinculación explícita a las cláusulas de igualdad de condiciones en el proyecto de acuerdo del Brexit. Desde entonces, el objetivo es la pequeña Jersey.

Pero las amenazas son risibles. Un corte de electricidad causaría inconvenientes a Jersey, pero Gran Bretaña podría contrarrestar cualquier bloqueo energético más amplio, por ejemplo, cambiando a gas natural licuado de Qatar o Estados Unidos, o utilizando carbón in extremis.

EDF, la compañía eléctrica estatal francesa, perdería una cuota de mercado que no puede permitirse, porque Francia renunciaría a una importante fuente de ingresos de exportación.

El Reino Unido importa a precios de buen mercado el 9 por ciento de su energía, a través de las interconexiones de Francia, Bélgica y Holanda, pero tal hecho, no constituye una dependencia crítica.

De todos modos, el panorama será diferente en 2030, a medida que el Reino Unido despliegue su amplia expansión de la energía eólica marina y avance hacia la autosuficiencia energética neta. Probablemente tales flujos irán en sentido contrario.

Sin embargo, el uso de la guerra energética que hace Macron para salirse con la suya, tiene otros aspectos importantes. No es compatible con la íntima relación de defensa y seguridad del Reino Unido con Francia, posiblemente la alianza operativa más exitosa de Europa occidental.

La disputa, es obviamente una señal de intención, pero contiene elementos de considerar porque podrian empeorar. Cuanto más tiempo se siga dándole cuerda, mayor será el riesgo de una ruptura fundamental en las relaciones anglo-francesas.

Se esta produciendo una ruptura, pero aún no se ha llegado a ella. Si Boris Johnson ignora las provocaciones, y retira las cañoneras, probablemente podrá ver la lenta desaparición de la presidencia de Macron. Los británicos tienen decenas de millones de aliados entre los franceses. Ellos tampoco lo soportan. Y muchos de ellos se vengarán en las elecciones del próximo mes de mayo.

Macron ha quemado sus puentes con la izquierda y con los ecologistas. Más de 40 de sus propios diputados han abandonado el partido “En Marche” por traición ideológica. Su propio número dos, Pierre Person, dimitió a finales del año pasado, diciendo que el movimiento ya no representaba nada. Es sólo un vehículo para un hombre, sin raíces orgánicas en las regiones.

Ya no hay posibilidad de repetir la falsa perspectiva de 2017, cuando Macron se lanzó como un outsider populista soi disant -aunque como un banquero de Enarque y Rothschild, financiado por las élites parisinas- y logró atravesar el espectro político, con elegantes bromitas para todos.

Ha tratado de compensar la pérdida de la izquierda pescando votos cada vez más a la derecha. Su ministro del Interior, Gérald Darmanin, ha acusado a Marine Le Pen de ser “blanda” con la inmigración, la ley y el orden, un giro sorprendente que ha legitimado a la líder del Frente Nacional y destruido instantáneamente su imagen.

“La izquierda odia tanto a Macron que prefiere abstenerse antes que votarle en la segunda vuelta, incluso contra Le Pen. Realmente creo que podría perder”, dijo Charles Grant, del Centro para la Reforma Europea.

El travestismo derechista del presidente no ha dado nada hasta ahora. El apoyo a Le Pen ha subido ocho puntos, hasta el 34%, o hasta el 44% en una segunda vuelta contra Macron, si llega hasta ahí. Igual de importante -aunque menos reportado en Gran Bretaña- es la fragmentación del abarrotado campo del centro-derecha.

El presidente de la región Hauts de France, Xavier Betrand ha subido en popularidad un 15 por ciento, aprovechando la repugnancia contra la arrogancia del Presidente y recordando a todo el mundo que el número de muertos por Covid en Francia sigue siendo la de un Airbus A320 cada día, porque la vacunación masiva llegó con tres meses de retraso.

Macron se vio obligado a un tercer cierre en abril, después de haber reabierto prematuramente, desafiando a sus consejeros científicos. Difícilmente puede esperar un rebrote de popularidad en la reapertura.

La disputa británica no es con Francia, es con Macron y su método de gobierno para jugar la carta nacionalista y buscar pelea con los británicos siempre que sea posible. Lo hace porque su presidencia se resquebraja y su equipo interno piensa que los “Roast beef” son un blanco fácil.

Aunque haya depositado coronas de flores en la tumba de Napoleón esta semana, lo que anhela es el prestigio reflejado de Charles de Gaulle, hasta el punto de añadir la heráldica Croix de Lorraine al escudo del Elíseo detrás de su escritorio.

Los franceses no toman del todo en serio sus posturas. Esperemos que los ingleses tampoco.

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