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Puedes burlarte del ritual si quieres, pero las naciones no pueden sobrevivir sólo en modo racional

¿Era necesario que el Lord Gran Canciller, con una función antigua que se remonta a tiempos anteriores a los normandos, estuviera presente en el Consejo de Adhesión del Rey? ¿Necesitaba realmente esas vestimentas? ¿Importaba que el gran chambelán estuviera también allí, y el presidente del consejo? ¿Necesitaba el Rey murmurar “aprobado” en momentos puntuales de esta arcana ceremonia?

¿Necesitaba la procesión del féretro de la Reina que la campana del Big Ben sonara a intervalos mientras el cortejo avanzaba por Westminster? ¿Eran necesarios los movimientos sincronizados de los ocho soldados uniformados que llevaron el féretro a su lugar de descanso en Westminster Hall?
¿Es necesario que la gente haga cola por horas más allá del Puente de Londres cuando podría presentar sus respetos a distancia?

¿Por qué hacemos estas cosas? La respuesta, creo, es tan sencilla como misteriosa: las hacemos porque no tienen razón de ser.

En las últimas décadas, los psicólogos se han dado cuenta de que los seres humanos actúan de dos maneras fundamentalmente diferentes. Por un lado están las acciones “instrumentales”. En ellas vamos al mercado a comprar comida, o nos lavamos los dientes para protegerlos de las enfermedades, o nos apresuramos a la estación para subir a un tren. Inferimos motivos a partir de esas acciones, y realizamos acciones en función a sus consecuencias esperadas.

Pero hay otro tipo de acto, antiguo en la condición humana, que representa la antítesis de la instrumentalización. El objetivo ostensible de los actos realizados en el Reino Unido el miercoles pasado, por ejemplo, era transportar el féretro de la Reina a Westminster Hall, y eso se podría haber hecho rápido en dos minutos en un vehículo. Pero el objetivo no era que fuera asistido por soldados caminando solemnemente al paso, ni por miembros de la realeza uniéndose a esta curiosa marcha, ni por el disparo de cañones. Los rituales se definen como acciones que carecen de una finalidad instrumental. Porque no señalan lo que queremos hacer, sino lo que somos.

Continuación...

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