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✍️ Basta de Hipocresía: las prisiones preventivas eternas son pena de muerte encubierta

Los números no mienten. Al 31 de julio de 2025, el promedio de prisión preventiva en Argentina es de 10,02 años. Repito: diez años de encierro sin sentencia firme. Y cuando se llega a juicio, quienes resultan absueltos han pasado en promedio 7 años presos injustamente.

Pero la estadística más brutal no es la media, sino la realidad de 169 personas que llevan entre 11 y 15 años en prisión preventiva, y otras 27 que superan los 16 años. Esto no es “garantismo” ni “respeto al debido proceso”: es condena ilegal anticipada. Es una pena perpetua disfrazada, y en muchos casos, una sentencia a muerte lenta por desgaste físico y psicológico.

En este contexto, el Poder Ejecutivo tiene la llave para poner fin a esta aberración. El presidente Javier Milei podría —si quisiera— conmutar penas, otorgar indultos y cerrar causas que violan todo estándar jurídico y constitucional. No hablamos de “perdonar crímenes” sino de impedir que el Estado continúe siendo verdugo antes de ser juez.

No hacerlo no es neutralidad: es complicidad.

Se puede sostener el relato de la “justicia independiente” o la “memoria selectiva” solo si uno está dispuesto a aceptar que cientos de personas mueran lentamente bajo custodia, sin haber sido condenadas.

Basta de hipocresía. La prisión preventiva eterna es un crimen de Estado. Y todo presidente que mire para otro lado será recordado no como libertario ni como salvador, sino como el que mantuvo un sistema de venganza encubierta.

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