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Medio Oriente, 24/05/2025
A veces el mundo se vuelve tan absurdo que hasta la geopolítica parece escrita por los guionistas de “House of Cards” después de tres whiskies. La noticia del día: mientras Biden le baja el volumen al apoyo incondicional a Israel —retrasando envíos de armas y sugiriendo (con la boca chiquita) que quizá, solo quizá, Palestina también existe—, Netanyahu decide que lo suyo es ir a fondo, sin paz, sin dos Estados y sin disimulo.
Resultado: la tensión escala. Dos funcionarios israelíes muertos en Washington en circunstancias aún oscuras, pero que ya algunos atribuyen a un creciente clima de antisemitismo —alimentado, paradójicamente, por la obstinación del propio Bibi.
Y como si no bastara… Trump juega al ajedrez con piezas del enemigo
La postal surrealista nos la regaló The Donald: en su reciente gira por Riad, se habría reunido con Abu Mohamad al-Golani —sí, el mismo que lideró la filial siria de Al Qaeda. Según voceros no oficiales (pero bastante bien informados), fue “un diálogo pragmático para explorar una futura estabilidad regional”.
Traducción: están negociando con el diablo, pero con traje de Armani.
¿Y entonces qué pasa?
Biden busca desmarcarse, porque las encuestas no dan y las protestas por Gaza crecen incluso en campus universitarios.
Israel redobla la apuesta, convencido de que la paz no le conviene electoralmente ni militarmente.
Trump huele sangre, y se adelanta con movimientos dignos de Kissinger en versión reality show.La pregunta que queda flotando:
¿El antisemitismo crece porque Israel se defiende, o porque Netanyahu dejó de disimular su desprecio por cualquier solución compartida?
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