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Aterrada y enloquecida, ¿pero impotente?

por Enrique Guillermo Avogadro

Oscar Wilde escribió: “Ten cuidado con lo que deseas, se puede convertir en realidad”. Yo rogaba para que las bombas que el populismo kirchnerista ha cebado en la economía nacional explotaran en sus propias manos; en 2015 logró traspasarlas a Mauricio Macri quien se negó a contárselo a la sociedad para eludir dar malas noticias y, al convertir a Cristina Fernández en el sparring electoral –una especulación bastarda, dije entonces-, determinó su derrota cuatro años más tarde y el regreso al poder de la banda de saqueadores. Pues bien; ya todo ha saltado por el aire y los responsables corren con teas encendidas en el campo reseco en que han convertido al país. Con certeza, las peores imágenes de una nueva hiperinflación se harán realidad a corto plazo, con las naturales consecuencias que, en materia de pobreza y miseria tanto conocemos.

La oposición debe abstenerse de participar de la debacle, en especial porque el Gobierno ni siquiera puede ofrecer un interlocutor unívoco para participar de la mesa de negociaciones que, aparentemente, está proponiendo, so pena de resultar corresponsable del infinito desastre que el alucinado kirchnerismo ha producido. Si alguien debiera estar sentado en esa mesa soñada por los derrotados es, sin duda, la propia Cristina Fernández, único factor de poder real en la devaluada tríada que encabeza el disparatado dispositivo político ideado por ella sólo para ganar en 2019.

Este ciclo, claramente terminado, del kirchnerismo tiene un correlato aún más grave en el ánimo de la emperatriz hotelera. No es para menos, ya que sólo la amenaza de divulgar algunos complicados secretos privados de Alberto Fernández ha impedido a éste huir de la residencia presidencial como rata por tirante y dejar la papa hirviendo en sus manicuradas manos; pero nada garantiza que la frágil salud de la marioneta presidencial no lo lleve a un retiro anticipado. Si así fuera, por su riesgosa situación penal ella se vería obligada a asumir formalmente la conducción de este tan escorado Titanic para evitar ser detenida de inmediato, ya que hasta las próximas elecciones carecería de fueros; aún si llegara a ser elegida como legisladora, la persiguirá la historia de Julio de Vido, a quien la Cámara de Diputados retiró ese manto protector y voló, sin escalas, a la cárcel.

Ese estado anímico la ha convertido en una demente enfurecida, capaz de todo, incluyendo dinamitar el país, para sortear tan trágica coyuntura; esa locura es la que está detrás de los incendiarios misiles que disparan ella, el MemePresidente y sus más salvajes lenguaraces contra la Corte Suprema y, por ende, contra las instituciones de la República y su Constitución. Lo peor para nuestro futuro es que también sabe que ninguna de sus absurdas iniciativas –el juicio político a los ministros del Tribunal o la ampliación de éste a veinticinco miembros, uno por provincia- superará el obstáculo de un Congreso en el cual ha perdido tanto poder; así, para intentar conseguir sus objetivos de impunidad y absolución por la historia, deberá recurrir a otros caminos, todos ellos non sanctos, y sabemos que carece de límites.

¿Cuáles podrían ser esas sendas? Sospecho que, revestida de oposición contra su propia creatura, motorizará grandes movilizaciones “populares”, auxiliada por algunos desalmados que tanto han lucrado con la pobreza. Con una monumental pérdida del poder adquisitivo de los salarios, con los aumentos anunciados de las tarifas de energía y transporte, la mesa estará servida para la manifestación violenta del descontento popular, como sucedió en Colombia, Perú, Bolivia, Ecuador, Panamá y hasta en Sri Lanka.

Si hubiera logrado cooptar a las fuerzas armadas, como hicieron los tiranos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, tal vez podría intentar una revolución que le permitiera permanecer indefinidamente en el poder pero no ha sido así y ni siquiera su provocada pauperización ha doblegado el espíritu de sus integrantes. Entonces, ¿qué? Lamento mi pesimismo, pero los dichos de Juan Gabrois, uno de sus más fieles transmisores, esta misma semana –habló de saqueos y de sangre en las calles- permiten imaginar cuál será la ruta elegida: un conflicto social de grandes dimensiones, inspirado y fomentado por los países que militan el “socialismo del siglo XXI”, e infiltrado por violentos armados de todo origen.

Hace mucho tiempo que, desde esta modesta columna semanal, intento alertar acerca de las fuerzas de que dispone Cristina Fernández para instalar el caos, una situación que, si bien puede resultar en cualquier cosa, siempre le permitirá victimizarse para intentar un regreso triunfal, al estilo Evo Morales, o simplemente escapar, como hizo su amigo Rafael Correa, aunque no sea a Europa y sólo pueda hacerlo a algún “paraíso” poco agradable, como Rusia o Irán.

El inventario de esas “tropas” insurreccionales ha engrosado: a los limados “soldaditos” de sus socios en el narcotráfico, a los barrabravas de Hinchadas Unidas, a los asesinos y violadores del “Vatayón Militante” liberados con la excusa Covid, ahora se han sumado los criminales brasileños del Primeiro Comando Capital, los terroristas peruanos de Sendero Luminoso y colombianos de las FARC, los “asesores” cubanos, venezolanos e iraníes y, por si todos fueran poco, hasta los pseudo-mapuches de Facundo Jones Huala. Cuando observamos lo sucedido en Chile, por ejemplo, vemos algunos encapuchados quemando iglesias y destruyendo estaciones de subterráneo; a partir de ello, ganó las elecciones la izquierda, que pretende reformar la Constitución y, entonces, terminar con esa república.

Buenos Aires, 23 Julio 2022

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