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🇦🇷 Noblesse oblige: la Argentina del desorden elegante

Argentina

Hay momentos en que la historia argentina parece escrita con tinta corrida, como si las páginas se hubieran mojado en lágrimas, sudor… y enredos de poder. El reciente escándalo de los audios que hablan de coimas en la Agencia de Discapacidad no es un rayo en cielo sereno: es apenas otro capítulo en ese folletín interminable del desorden argentino.

En Comodoro Rivadavia, la vicepresidenta Victoria Villarruel eligió las palabras medidas de quien camina sobre cristales: “un momento difícil y bastante confuso”. La frase suena diplomática, casi eclesiástica, como si se buscara más calmar los ánimos que aclarar las sombras. Noblesse oblige, dirían en París: a veces la obligación de las instituciones no es tanto alumbrar la verdad sino sostener la apariencia de estabilidad.

El desorden argentino es un arte refinado: se cocina con escándalos que estallan y silencios que pesan más que las bombas. Villarruel, que hoy juega el papel de vice diligente recorriendo provincias y saludando gobernadores, parece haber optado por la discreción: no polemizar, no añadir leña al fuego, no responder ni siquiera cuando el propio Presidente la acusa de traición. Una nobleza rara en estos tiempos de insulto fácil y de política a los gritos.

Pero lo curioso es que mientras la Argentina se acostumbra al ruido de los audios y a las peleas internas de su Gobierno, afuera del palacio el país real sigue desconcertado: ¿quién gobierna?, ¿quién escucha?, ¿quién cuida? Las respuestas no están en los micrófonos ni en los comunicados.

La historia enseña que, en esta tierra, los momentos difíciles no duran lo que dicta la coyuntura, sino lo que soportan los bolsillos de la gente y la paciencia ciudadana. Y la paciencia, a fuerza de abusos, se vuelve cada vez más delgada.

Así se escribe el capítulo 1492 de nuestro propio diario del desconcierto: con gobernadores que se agrupan en “Provincias Unidas” como si fueran refundadores de la patria; con un Presidente que pierde aliados pero multiplica enemigos; con una vice que juega el rol de esfinge, diciendo lo justo para no decir nada.

La Argentina, tierra pródiga en caos, vuelve a mostrar que el desorden no es accidente: es método. Y que en ese método, incluso los silencios tienen música.

Porque al final del día, noblesse oblige: la clase política juega a representar seriedad mientras el pueblo, una vez más, paga la entrada al espectáculo.

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