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¿Te acordás hermano? ¡Qué tiempos aquellos!

Argentina agonizante

Álvaro Riveros Tejada

Quien todavía dude del poder destructivo que tiene el populismo en una sociedad medianamente seria y responsable, basta preguntarse: ¿que aconteció con esa Argentina que, luego de ser el país más rico del mundo al inicio del siglo XX, está pasando a ser uno de los más miserables, con iguales características tenebrosas que le toca vivir a la pobre Venezuela?

La respuesta es sencilla: el advenimiento de un socialismo chavista del Siglo XXI, utópico y mendaz, que enarbola la política de un proteccionismo exacerbado, y que acompañado de una buena dosis de gasto público, destruyó el trabajo del campo, que siempre fue el generador de sus mayores exportaciones, como la lana de oveja, la famosa carne argentina, y muchos otros ítems, cuya reputación se hizo incomparable en los mercados internacionales.

Como si de un maleficio se tratara, este pasado fin de semana quedará en el más hórrido recuerdo de los argentinos, al haberse producido una inesperada crisis de gabinete, que los coloca ante una realidad insoslayable, como es la pavorosa situación económica que viene atravesando la nación por un alarmante déficit fiscal; una espiral inflacionaria que crece día a día; la incontenible paridad cambiaria; una deuda externa exorbitante; la imparable merma de las reservas y, lo más dramático, una escasez de gas que pueda paliar las rigurosidades del invierno, como resultado de la muerte de la gallina socialista boliviana de los huevos de oro, que les suministraba este combustible y, al igual que su Vaca Muerta, que no resucita.

Esta triste realidad debe remontar a los argentinos a la letra de ese inolvidable tango, compuesto hace casi 100 años por Manuel Romero que dice: “¿Te acordás hermano? ¡Qué tiempos aquellos! Eran otros hombres, más hombres los nuestros, no se conocían COCA, ni morfina, los muchachos de antes no usaban gomina…”.

Además, es necesario remarcar que esta situación se presenta en momentos en que la república asiste consternada a una insólita pelea entre el presidente de la república Alberto Fernández, y la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner y, como la guinda sobre el helado, en momentos en que la señora homenajeaba el 48 aniversario de la muerte de Juan Domingo Perón, mentor del populismo gaucho, y quien cambiaría para siempre la historia de esa noble nación, y para definir el difícil trance económico que describimos líneas arriba acuñó una frase de antología: “El déficit fiscal no es causa de la inflación”, como rebatiendo otra inolvidable del presidente, ahora su opositor: “Argentina está pasando por una crisis de crecimiento”. Como si tuviera un mal de huesos.

Casi simultáneamente, y frente a esta demostración de genialidad económica, la nación se enteró, a través de un trino de Tweet, de la indeclinable renuncia del Ministro de Economía y Finanzas Públicas, Martín Guzmán, uno de los pocos funcionarios con cierto predicamento en el gabinete y en muchos organismos financieros, y quién sabe, el único que pudo haber hecho algo por esta Argentina Agonizante.

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