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🗞️ ⚖️💰🏛️  Pink puzzle

Argentina

Si algo dejó claro el caso $LIBRA es que la revolución libertaria también tiene su zona rosa: ese ecosistema de operadores en penumbra donde las convicciones de hierro se derriten ante la posibilidad de un arreglo en dólares contantes y sonantes. Ahora, el Gobierno juega su ficha más arriesgada: negociar en secreto con los damnificados para desactivar un escándalo que amenaza con trepar hasta el despacho presidencial.

La jugada es digna de un thriller de pasillos: un abogado del riñón de Karina Milei, Santiago Viola, moviéndose en silencio como si este fuera el spin-off clandestino de la campaña libertaria. El objetivo, según cinco fuentes que no suelen confundir mate con café: convencer a los inversores golpeados por el derrumbe de la memecoin $LIBRA de que retiren sus acusaciones contra el Presidente. Y, claro, asegurarles una compensación “verde dólar”, no “verde libertad”.

El plan busca lo imposible: borrar la categoría de “estafados” para así borrar la “estafa”. Una alquimia jurídica que haría sonrojar a cualquier financista serio, pero que en la política argentina se presenta como una mañana más de primavera institucional. Viola niega sin negar, responde sin responder y, de fondo, insiste en la misma consigna: primero despegar a Milei, después vemos los números.

A esa mesa secreta se suma Darío Wasserman, el vice del Banco Nación y esposo de la coordinadora de campaña, una dupla tan cercana a los Milei que parece salida del album familiar. Él jura que no conoce a nadie, que jamás oyó un nombre, que todo es novedad. El “no sé, no vi, no escuché” del manual clásico.

Del otro lado aparece Gastón Douek, consultor digital de quilates internacionales, que asegura tener pruebas “más que contundentes” y, aun así, está dispuesto a negociar. Un equilibrio perfecto entre indignación sincera y pragmatismo fiscal.

Pero para llegar a este punto ya hubo amagues fallidos: un intento de Davis de depositar unos tímidos US$100 millones para cerrar la causa; una mediación civil que naufragó entre abogados; y contactos frustrados que se desinflaron porque nadie quiso asumir el “fronting”, es decir, dar la cara por los millones. En la Argentina, dar la cara suele ser un deporte extremo.

La condición que pone Viola es casi un dogma: sacar a Fernando Burlando de la ecuación. No por técnica jurídica, sino por memoria electoral: se presentó como candidato y restó votos libertarios. Política pura, sin edulcorante. Burlando salió… y volvió, como siempre.

Mientras tanto, el rompecabezas crece. La prioridad es despegar a Milei de Davis, Novelli y Terrones Godoy. Separarlo del “Viva la Libertad Project” que él mismo promocionó en redes cuando aún creía que la criptomagia era un invento virtuoso. Pero las querellas de Inecip y Cipce insisten: la memecoin fue un “caso excepcional de corrupción” y la intervención presidencial quedó registrada, pixel por pixel.

En el fondo, todo se reduce a dos preguntas:

¿Quién pone la cara ante los inversores?

¿Y quién pone la plata ante la Justicia?

Por ahora, la respuesta es un silencio rosado, de esos que solo existen cuando el rompecabezas está a medio armar y nadie quiere admitir que faltan piezas. Y que algunas, quizá, nunca encajen.

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