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🗞️ 🏛️ ✝️ Plegaria de una oración común

En la Argentina del siglo XXI, donde la fe publica cotiza menos que el blue, Diego Santilli emprendió su propia Plegaria de una oración común: convencer a los gobernadores de que apoyen el Presupuesto 2026 como si fuese un sacramento obligatorio. La Casa Rosada, mientras tanto, pasa el platito.

El primer fiel de la jornada es Gerardo Zamora, un devoto ecléctico: radical de bautismo, kirchnerista de confirmación y ahora creyente ocasional del evangelio libertario. Con sus siete diputados nacionales, Zamora vale más que un rosario nuevo. Santilli lo sabe, por eso llega a Santiago del Estero como quien toca la puerta del sacristán.

En Balcarce 50 circula otra versión: que Zamora podría formar un minúsculo pero rentable bloque propio. Una capilla aparte, digamos. Lo suficiente para terminar de deshilachar al peronismo, que ya reza para no perder la primera minoría en Diputados. Pero cuando el poder llama, las ovejas siempre encuentran razones para cambiar de pastor.

El ministro quiere que el santiagueño vuelva a comulgar. Dice que por el bien del país; todos saben que por el bien de los votos. Tras el triunfo libertario de octubre, cada gobernador mira el altar y se pregunta qué dios conviene adorar hoy.

La procesión sigue el martes en Misiones. Allí lo espera Hugo Passalacqua, pero el verdadero obispo del territorio se llama Carlos Rovira. Entre ambos manejan cuatro diputados y dos senadores: suficientes como para que Santilli les prenda una vela de tamaño XL. Las reformas, después de todo, necesitan algo más que esperanza.

Luego quedarán seis gobernadores para completar el Vía Crucis del Pacto de Mayo. Algunos más dóciles, otros con el bolsillo agrietado y la paciencia vencida. A todos los une una certeza: las promesas de la Nación valen lo mismo que la fe sin obras.

Y mientras la romería avanza, el gobierno repite el mantra: Rex is lex. El Rey es la ley. Carlos V lo usó para convencer a los parlamentarios escoceses de volver al ruedo. Aquí, en cambio, la realeza es más terrenal: basta prometer fondos, obras o un guiño de poder. Al final del día, la verdadera oración común en la política argentina no se reza: se negocia.

Así transcurre la plegaria nacional: menos liturgia, más contabilidad. Y un ministro que viaja como misionero de ocasión, buscando convertir a gobernadores que ya no creen en nadie… pero votan por conveniencia.

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