
Argentina
Hay una pregunta que nadie se atreve a hacer en público, pero que late con fuerza en la cabeza de millones de argentinos antes de ir a votar: ¿hasta dónde estamos dispuestos a endeudarnos, ajustarnos y resignarnos con tal de evitar que vuelvan los ladrones?
Porque seamos sinceros: la campaña ya no discute futuro, discute venganza. No se habla de desarrollo ni de trabajo; se habla de castigo. No se busca un buen gobierno; se busca que no vuelvan “ellos”, los otros, los que gobernaron antes y destruyeron confianza, justicia y economía.
La política transformó la elección en un chantaje emocional: “o nos votás, o vuelven los chorros”.
Votar con miedo es no votar
El miedo se instaló como el nuevo combustible electoral. Te repiten:
– “Si no apoyás al Gobierno, vuelve el saqueo.”
– “Si no votás ajuste, vuelve la corrupción.”
– “Si no aceptás deuda eterna, vuelve la mafia.”
Y así, las promesas desaparecieron y las amenazas gobiernan.
La pregunta ya no es quién tiene un plan real, sino quién puede bloquear a quién. Se vota como el que pone rejas: para sobrevivir, no para vivir.
Un país empujado a elegir entre cadenas
Nos encerraron en una falsa dicotomía:
corrupción o sufrimiento, ladrones o verdugos, clientelismo o endeudamiento.
¿Ese es nuestro destino? ¿Aceptar cualquier cosa con tal de que “no vuelvan”?
Si ese es el nivel del debate, la democracia dejó de ser una elección y pasó a ser un encierro.
De patriotas cansados a rehenes políticos
La realidad es brutal, pero hay que decirla: millones de argentinos votan sin esperanza. Votan con bronca, votan por resignación, votan por miedo a perder lo poco que queda. Votan para tapar el pasado, no para construir el futuro. Y cuando un pueblo vota acorralado, ya no elige: obedece.
Nos robaron algo peor que la plata
Nos robaron la fe en la política. Nos robaron la idea de que un país puede mejorar.
Y ahora, para rematar, nos quieren robar también la dignidad del voto. Te dicen que el sacrificio es inevitable, que no hay alternativas, que pensar distinto es “ser enemigo del país”.
Es mentira. Lo que no tienen es proyecto. Por eso inventan miedo para reemplazar ideas.
No es un problema económico, es moral
Un país que vota endeudamiento eterno como mal menor está enfermo.
Un país que acepta ser pobre solo para que no roben otros, ya perdió.
Esa no es modernidad, no es estabilidad, no es libertad: es resignación organizada.
El final de la trampa
No, no se trata de volver atrás. Nadie quiere repetir fracasos. Pero tampoco se puede avanzar con rodillas dobladas frente al miedo o al extranjero de turno. Argentina no nació para ser colonia del FMI ni rehén de mafias locales.
Por eso, tal vez la pregunta más urgente ya no sea “¿a quién votar?”, sino otra mucho más profunda:
¿Queremos seguir sobreviviendo como rehenes…
o volver a construir un país como ciudadanos?
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