por Enrique Guillermo Avogadro
Argentina Hoy, Octubre 06 2024
La semana pasada nos arrasaron las lacerantes cifras de pobreza e indigencia.
En el imaginario popular, el peor pecado del kirchnerismo fue la corrupción rampante, pero el costo social y económico de esa irrefrenable vocación por el saqueo es sideralmente peor que una mera cuenta aritmética, porque el país deberá pagarlo por décadas.
Si bien es cierto que la crisis del 2001 arrastró al abismo a las clases medias y bajas, gran parte de los problemas que derivaron en ella habían sido conjurados por las gestiones de Jorge Remes Lenicov y Roberto Lavagna para cuando llegó al poder el fundador de la dinastía pingüina, Néstor Kirchner, el 25 de mayo de 2003, rodeado de todos los gangsters que habían robado a mansalva en la Provincia de Santa Cruz, y los precios de los productos que Argentina exporta volaban, en especial, la soja, siempre peronista, cuyo precio duplicaba al actual durante su presidencia.
Un rápido inventario de los más graves daños causados por los cuatro gobiernos de ese signo, sin duda debe incluir la pérdida del autoabastecimiento energético, la ridiculización del esfuerzo como único factor del progreso personal, la anulación de la cultura del trabajo, el aprovechamiento político de la “cuareterna” con la consecuente matanza de empresas, el retraso en la adquisición de vacunas por motivos ideológicos y crematísticos, la pauperización generalizada de la población, la destrucción de la educación pública, la inviabilidad del sistema jubilatorio, la nefasta indefensión del país, la salvaje degradación de la seguridad ciudadana, la irracional inmigración, la cancelación de la movilidad social ascendente, la penetración del narcotráfico internacional, el deterioro de la infraestructura, la muerte de tantos por la inexistencia de rutas adecuadas, etc., etc.
Y todo eso sin olvidar la firma del pacto con Irán y el asesinato de Alberto Nisman ni la colonización de la Justicia para buscar y exhibir una repugnante impunidad que aún subsiste, vaya uno a saber en virtud de qué acuerdo espurio.
En materia de energía, el propósito inicial fue quedarse con YPF y, como he explicado en infinidad de notas, la herramienta fue el congelamiento de las tarifas a los productores. Luego, se generó un nuevo negocio, la importación de gas licuado, fuente de nuevos latrocinios que incluyeron hasta la compra de cargamentos inexistentes. Las consecuencias de todo eso, en particular la re-estatización de la petrolera, han derivado en la monumental condena por US$ 16.100 millones, que deberemos pagar durante generaciones.
Para consolidar su bastión electoral en el Conurbano bonaerense, que aún conserva Cristina Fernández, con toda intención se lo llenó de inmigrantes pobres y, cuando éstos lo requirieron para asentarse, se permitió la ocupación de tierras fiscales y privadas, a las cuales el Estado suministró gratuitamente electricidad, aunque se tratara de villas miseria, con viviendas de lata, plástico y cartón que carecen de agua potable y, por supuesto, de cloacas, amén de pisos de tierra. Y sus ocupantes dejaron de hacer planes para sus hijos a tener hijos para acceder a más planes sociales, que se distribuyeron sin orden ni control, administrados por los gerentes de la pobreza que tanto han lucrado con ello.
En lugar de procurar que todos los habitantes del país tuvieran salarios dignos que les permitiera pagar por el transporte, el agua y la energía que consumían, se congelaron todas las tarifas hasta convertirlas en ridículas; el despilfarro se transformó en una norma para todas las clases sociales y ahora, que ya no tenemos de dónde sacar dinero para seguir en esa fiesta, estamos pagando las consecuencias de esa demencial política.
Con suicidas políticas populistas, y en nombre de una igualdad irreal, se entregó el diseño y la implementación de la educación pública a Roberto Baradel y sus cómplices que, transformando a los chicos en rehenes en beneficio propio, la han destruido hasta los cimientos. Y la monumental proliferación de pseudo-universidades en el Conurbano bonaerense, donde 7 de cada 10 chicos no termina el secundario y, cuando lo hacen, no comprenden los textos, acabó por perfeccionar ese estrafalario y demoníaco modelo de postergación social.
La defensa territorial y la vigilancia eficiente de las fronteras fueron las primeras víctimas de proyecto kirchnerista. Como no se pudo cooptarlas al mejor estilo chavista, se desfinanció a las fuerzas armadas y los salarios de sus hombres fueron empujados por debajo de la línea de pobreza, mientras se impedía a las fuerzas de seguridad (policías, Gendarmería y Prefectura Naval) cumplir con sus objetivos específicos de vigilar las fronteras terrestres, fluviales y marítimas para facilitar la pesca ilegal y el tráfico de estupefacientes, dos lucrativas actividades a las cuales los Kirchner estuvieron asociados.
Y con la populista e irracional incorporación al sistema de cuatro millones de personas que no habían realizado los aportes legales necesarios, se terminó por demoler la ecuación que daba sustento al sistema previsional al extremo que hoy, para cada jubilado sólo hay 1,4 trabajador en actividad para mantenerlo; por si fuera poco, se robaron los fondos de las AFJP que, en Chile, por ejemplo, tanto contribuyeron al desarrollo del país.
Espero que estos breves comentarios generen una nueva tormenta de ideas, por el bien de la Argentina, ya que en las legislativas del próximo año el kirchnerismo, aliado siempre a la izquierda insurreccional, intentará volver por sus reales, si es que no consigue antes tumbar al Gobierno.
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