
El secretario de Política Económica argentino, José Luis Daza, confirmó que recibió una oferta para sumarse al gabinete del presidente electo de Chile, José Antonio Kast, tras la visita de este último a Javier Milei. La revelación no llegó por comunicado oficial ni conferencia solemne, sino en clave distendida, como quien comenta un fichaje posible en medio del mercado de pases ideológico.
“Me ofrecieron algunos cargos”, dijo Daza, entre risas, durante una entrevista en el streaming Carajo. No aclaró funciones ni sillones, pero en el ambiente económico nadie dudó demasiado: el economista con doble nacionalidad suena fuerte para un eventual Ministerio de Economía, Energía y Minería en Santiago.
El dato no es menor. Daza, de 66 años, nació en Argentina, pasó más de cuatro décadas en Nueva York y se formó profesionalmente en Estados Unidos. Su biografía encaja a la perfección en esta nueva diplomacia de planillas Excel, donde los pasaportes pesan menos que los consensos de mercado.
Su vínculo con el actual ministro de Economía argentino, Luis Caputo, viene de lejos: JP Morgan, Wall Street y una amistad de tres décadas. En este triángulo de confianza, los cargos se ofrecen casi como invitaciones a cenar: con naturalidad, pero con impacto regional.
Pese a la tentación trasandina, Daza se mostró emocionalmente alineado con el experimento libertario argentino. Definió su tarea actual como “lo más importante” de su vida profesional y calificó al equipo económico como “extraordinario”. Para redondear, habló de un “proyecto épico”, palabra que en economía suele anticipar sacrificios antes que finales felices.
Caputo reaccionó sin dramatismo, pero con un guiño cargado de sentido político. Recordó la amistad, destacó la capacidad de Daza y admitió que la oferta era casi inevitable. “Todos los argentinos de bien queremos que se quede”, dijo, antes de conceder que “seguramente todos los chilenos quieren que vayas”.
El cierre fue casi una ironía involuntaria: Caputo confesó que Daza es el único más optimista que él sobre el futuro argentino. Un optimismo tan portátil que, llegado el caso, podría cruzar la cordillera sin declarar en aduana.
Así, mientras Milei y Kast ensayan afinidades ideológicas, la economía se mueve por carriles más pragmáticos: técnicos que circulan, proyectos que se exportan y fronteras que, al menos para los economistas estrella, parecen cada vez más simbólicas. En el sur del continente, el ajuste también viaja con valija diplomática.
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