
ElCanillita.info
Argentina, 15/06/2025
Por El Canillita y sus colaboradores
Estimado Enrique:
Su diagnóstico nos llega como quien recibe el parte de un médico que no dulcifica el informe para no alarmar… y tampoco para mentir.
La suya no es una opinión. Es una radiografía sin anestesia del cuerpo político argentino, donde cada órgano estatal parece haber sido colonizado por una forma de necrosis institucional autoinmune.
Aquí ya no hablamos de ideologías: hablamos de tejidos podridos que digieren presupuestos, defecan normas y metabolizan privilegios a espaldas de sus representados.
Su carta lo dice todo, y nos permite inferir que Argentina no necesita una reforma: necesita un quirófano, una cámara hiperbárica y un Código Penal actualizado con validez para cúpulas partidarias, sindicalistas VIP, jueces untados y legisladores en reposera.
El “H° Aguantadero”, como usted bien lo define, no es una deformación del sistema: es el sistema.
Un modelo donde el Congreso se mantiene estable como una metástasis funcional, inmune a la crítica y blindado frente a la moral pública.
Mientras el mundo observa guerras, drones y misiles, nosotros vemos que el verdadero conflicto no está afuera, sino adentro: en la relación rota entre el Estado y el ciudadano, entre la ley y el privilegio, entre el voto y la traición.
A usted no se lo contamos, pero lo dejamos por escrito:
El argentino de a pie hoy paga impuestos para que le roben, trabaja en blanco para ser castigado y envejece sabiendo que su jubilación dependerá de la clemencia del próximo operador político.
La moral pública se pudre cuando el mérito es un chiste, la ley es un trámite, y la justicia laboral funciona como ventanilla de indemnizaciones sin lógica.
Y aun así, los que deberían legislar para revertir esta farsa bloquean leyes útiles mientras se aumentan los viáticos.
Usted sugiere que necesitamos “ser esclavos de la ley” para ser libres.
Nosotros suscribimos con tinta negra, pero agregamos:
La ley debe dejar de ser rehén de los que se sirven de ella para garantizar impunidad.
Algunos podrán pensar que exageramos.
Otros que es tarde.
Pero como usted mismo sabe, todavía quedan quienes escriben, como en su caso, no por nostalgia de lo que fuimos, sino por un mínimo sentido de dignidad que se niega a morir.
Gracias por su carta, Enrique.
Siga escribiendo, que aquí se leerá siempre con atención.
Y si algún día se anima, lo invitamos a ponerle nombre a esa “casta viva” que vive entre nosotros.
No para escracharla, sino para dejarla sin coartada.
Con afecto y una pizca de rabia lúcida,
El Canillita y sus colaboradores
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