
ElCanillita.info
Argentina, 07/06/2025
✍️ Juan Soldado – Especial para ElCanillita.info
Ese domingo 25 de mayo, mientras muchos argentinos ponían una escarapela en el pecho o le ponían sal al locro, otro hombre murió en prisión preventiva. Tenía 79 años. Se llamaba Carlos Faraldo. Había sido oficial del Ejército y, desde hacía años, se encontraba detenido sin condena firme. Es el preso número 904 que muere en estas condiciones, en este tiempo histórico donde los juicios por delitos de lesa humanidad parecen haberse transformado —en algunos casos— en campos de revancha.
Decir esto no implica desconocer los crímenes cometidos por el Estado en los años más oscuros del país. Tampoco es un blanqueo generalizado. No es una amnistía encubierta ni una provocación. Es, más bien, un llamado a respirar.
Porque si la memoria no admite matices, entonces se convierte en dogma. Y los dogmas, cuando se judicializan sin garantías, huelen a hoguera.
📜 ¿Hasta dónde es justicia, y desde cuándo es castigo?
La cifra es brutal: 904 personas fallecidas en el marco de procesos penales por causas vinculadas al accionar represivo del Estado en los 70. Muchas de ellas murieron sin juicio terminado, sin condena confirmada, sin la posibilidad de defenderse en un proceso razonable.
¿Se trata de víctimas? ¿Se trata de victimarios? Tal vez se trate de algo más grave aún: de un Estado que, en nombre de la ley, a veces también la vulnera.
🕳️ La grieta que nadie muestra
En este tema, no hay lugar para el clickbait. No hay selfies con consignas. No hay remeras con leyendas cancheras ni marchas con glitter. Está la muerte, el tiempo, los expedientes eternos. Están las carceles convertidas en geriátricos. Está el silencio. El que incomoda.
Y está también la trampa semántica: si alguien dice “preso político” lo acusan de negacionista. Pero si no lo dice, traiciona su sentido de justicia. La verdad es que los delitos del pasado no pueden ser corregidos con métodos del presente que atropellan el debido proceso.
⛓️ No se trata de absolver. Se trata de tratar con dignidad.
Nadie pide impunidad. Pero sí se puede —y se debe— pedir un trato humano. Incluso para quienes fueron parte de una maquinaria represiva. Porque la democracia no se fortalece humillando, sino mostrando que es capaz de sostener la ley incluso cuando es incómoda.
Esto no es un editorial “milico-friendly”. Tampoco es una defensa del olvido. Es un reclamo de justicia para todos. Porque si aceptamos que algunos no tienen derecho a defenderse por el solo hecho de haber vestido un uniforme hace medio siglo atrás, entonces mañana también puede ocurrirle a otros.
Y así, mientras unos se mueren de viejos, otros se mueren de miedo. Y la justicia se va muriendo, de a poco, de vergüenza.
🕯️ Por un país que se atreva a mirar de frente
A los familiares de Carlos Faraldo, a los de los 903 anteriores, a los que siguen detenidos esperando que algún día los tribunales dicten algo más que una prórroga, les enviamos este texto como señal. No de complicidad. De conciencia.
Porque callar ante el abuso, aun cuando el abusado haya sido abusador, es legitimar el mismo desprecio que una vez dijimos querer erradicar.
Y porque —como decía propio el Walsh, el más incómodo de todos— “el silencio de los justos, también es traición”.
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