
ElCanillita.info
Italia UE, 30/05/2025
Con sus infaltables frascos de dulce de leche envasados al vacío, golosinas en papel de celofán y un par de conjuntos tejidos a mano para los nietos que tiene en Francia, la legendaria abuela Pecas sin Telecomando volvió a embarcarse en su clásico Tour Europeo del Cariño Trimestral.
Su primer destino fue Lyon, donde sus nietos la esperaban con dibujos, abrazos y el pedido urgente de “que les arregle el WiFi porque mamá no puede”. Luego, partió rumbo a Valencia, a casa de su otra hija, la que vive cerca del mar, donde tuvo que cocinar tres veces seguidas milanesas con puré “como las de la infancia”, porque el delivery les cae pesado. Hasta ahí, todo bien. Todo legal. Todo UE-friendly.
Pero el drama vino al intentar cumplir su sueño: visitar Roma, ver a ese nuevo Papa norteamericano que habla con tonada de Recoleta y reza por WhatsApp, y saludar a los museos donde solía pasear cuando era joven y la entrada era gratuita si uno decía “soy maestra jubilada”.
Sin embargo, el agente de migraciones del aeropuerto de Barajas —ese mismo que cada tres meses le cuenta los días del pasaporte como si fueran porotos— volvió a marcarle ¡89 días exactos de permanencia en Europa!. Y ni un minuto más.
—“Señora, es la ley del espacio Schengen”, dijo el funcionario, sin levantar la vista de su sello.
—“¿Espacio Schengen o espacio para que no entre una abuela con mermeladas?”, murmuró Pecas entre dientes.
Así, otra vez, Pecas no llegó a Roma. Porque según el nuevo proyecto legislativo, llamado por el pueblo “Il Pesce che Puzza” (en referencia al refrán: el pez se pudre por la cabeza), Italia estudia limitar aún más la circulación de inmigrantes y “ciertos visitantes reincidentes con bolsos llenos de alfajores”.
¿El problema? Nadie sabe cuántos indocumentados hay en realidad. Ni siquiera el INPS, que hace malabares entre jubilaciones fantasmas, cuidadores filipinos y plomeros búlgaros que desaparecen cuando huelen al inspector.
Mientras tanto, en Bruselas se discute si esta ley es compatible con los tratados europeos, y en Roma la única que queda sin voz es Pecas, la abuela de todos, a la que Europa ama… pero con un sello de 89 días como máximo.
Pecas regresará en tres meses, por supuesto. Pero esta vez, con la firme intención de entrar disfrazada de guía turística japonesa o monja coreana en misión. Porque lo que no puede hacer una abuela por sus nietos, no lo detiene ni el Pez que Puzza ni un referéndum con nombre de espagueti vencido.
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