
ElCanillita.info, 28/04/2025
Apreciada Pecas, entiendo tu inquietud y de otros argentinos respecto a la nota que publiqué de Javier Milei, relativa a sus peores groserias, debilidades y flaquezas con gente que desprecia por pensar diferente a él.
Si bien es cierto, que el filósofo Voltaire escribió en su cuento “La Bégueule”, tal como señalas en tu mensaje, que “Lo mejor es enemigo de lo bueno” (“Le mieux est l’ennemi du bien”) para indicar que en Argentina de hoy es “eso”.. lo que hay.
Te recuerdo que el mismo Voltaire (François-Marie Arouet, 1694–1778) fue uno de los principales enciclopedistas y un feroz crítico del autoritarismo real. Y aunque su estilo era a menudo irónico y cáustico, nunca abogó por la sumisión acrítica a un monarca.
Voltaire admiraba ciertas reformas de los “déspotas ilustrados”, por ejemplo, Federico II de Prusia o Catalina II de Rusia, cuando promovían la educación, la justicia o la modernización; sin embargo, no dejó de señalar sus excesos y contradicciones. Nunca postuló que hubiera que aceptar sin crítica todas sus decisiones: valoraba la “luz” de la razón por encima de cualquier autoridad heredada.
Su célebre frase “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a decirlo” (atribuida a su doctrina) muestra que para Voltaire la libertad de crítica era un pilar fundamental, incluso frente al Rey. Tanto fué así, que denunció la censura, la Inquisición y los privilegios de la nobleza y el clero, apoyando siempre el derecho de cuestionar al poder.
En cartas y sátiras atacó duramente a Luis XV y a su corte por corrupción y arbitrariedad. En su obra “Cándido” ridiculiza la idea de que “todo está bien en el mejor de los mundos posibles”, un argumento que en la práctica servía para justificar el statu quo de las monarquías.
Voltaire no habría tolerado una sumisión pasiva ante un rey sin crítica. Su proyecto ilustrado perseguía precisamente que la razón y la libertad de pensamiento sirvieran para cuestionar y limitar el poder absoluto, monárquico o eclesiástico.
Claro está, yo soy un simple canillita, un editor de diarios, no Voltaire, pero el presidente Milei tampoco es un rey al que haya que tolerar sus insultos por miedo a que, si lo criticamos demasiado, la oposición pueda ganar las próximas elecciones.
En una democracia, ningún ciudadano tiene el deber cívico de soportar insultos o malos tratos, ni siquiera por parte de un presidente. El respeto mutuo es la base de la convivencia civil, incluso cuando se trata de personajes públicos. Tolerar insultos sólo por conveniencia política no es un valor democrático.
Nuestra deontología profesional aconseja no responder con dureza a los insultos, para evitar polarizar aún más la sociedad o reforzar la “mentalidad de víctima” de un lider o funcionario público, pero aceptar sin reaccionar puede legitimar los insultos y bajar el nivel de un debate público. Desmoralizar a quienes desearían una política más respetuosa. Normalizar las conductas agresivas como una parte “normal” del liderazgo, es un riesgo, tanto para la calidad de la democracia como para el futuro político del país.
Milei tiene una relación conflictiva con muchos medios de comunicación, ha acusado a periodistas de ser “operadores políticos”, “mentirosos” o “parte de la casta”. Usa términos despectivos y muchas veces agresivos en entrevistas y redes sociales. Ha promovido la idea de que los medios forman parte de un “sistema corrupto” que busca destruir su imagen.
Cuando Milei recibe críticas fuertes, muchas veces se presenta a sí mismo como víctima de una persecución mediática. Dice que los ataques son porque “está cambiando el sistema” o “está enfrentando intereses oscuros”. Construye un relato donde él es el héroe solitario contra una prensa corrupta. Esto es una estrategia política clásica en líderes populistas, atacar para marcar territorio y luego victimizarse para fortalecer la adhesión de sus seguidores, quienes lo ven como alguien “atacado por decir la verdad”.
Estimada conterránea, no es ni cívico ni moralmente correcto tolerar los insultos de un presidente. Políticamente puede ser una opción táctica (evitar un enfrentamiento frontal por temor a fortalecer a la oposición), pero a largo plazo perjudicará aún más la salud enfermiza de la democracia argentina.
Ruben M A Guzzo – Carnet de Prensa N° 59120 Turin, Italia
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