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“El feminicidio no existe”

ElCanillita.info, 30/01/2025
La brutalidad de Milei, Musk y Trump obliga a la izquierda a encontrar su alma

Nota: gentileza de Barbara Carnevali

Son palabras que ponen los pelos de punta porque trastocan la realidad con un recurso retórico: el falso silogismo. Si la premisa es que hombres y mujeres son iguales y que la ley es igual para todos, la consecuencia debe ser que ningún asesinato puede ser más grave que otro. El falso silogismo, sin embargo, como explica Aristóteles, se basa en una falacia y está construido para manipular a los demás. Es cierto que hombres y mujeres somos iguales, pero también es cierto que los delitos se castigan de forma diferente, dependiendo de su gravedad. Y que matar a una persona por ser mujer constituye una circunstancia agravante.

Este solo expediente lógico bastaría para desmontar los sofismas de Milei y sus emisarios. Al igual que las de su homólogo estadounidense Trump, quien al mismo tiempo firmó una orden ejecutiva para poner fin a los programas de equidad e inclusión del gobierno federal, o las palabras de cualquier exponente de la nueva derecha populista que han inaugurado un modo de comunicación basado en la paradoja. , sobre el exceso, sobre la hipérbole. Si el Gran Hermano de Orwell utilizaba la “neolengua”, las Grandes Cargas de nuestro tiempo utilizan la provocación como arma retórica para decir lo indecible, para legitimar lo innombrable, para hacer plausible lo inaceptable.


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Nota: gentileza de José Botero

Una provocación tras otra, día tras día, con metódica sistematicidad. Hacen proclamaciones sin sentido que se extienden como una plaga. Anexo Groenlandia, sancionar lenguaje inclusivo, retirar el patriarcado por decreto, abolir el delito de feminicidio. Medidas anunciadas a viva voz y con arrogancia para desviar el debate de otras cuestiones. No es que esto no sea importante, por supuesto. El delito de feminicidio, por ejemplo, fue introducido en Italia en 2013 y está presente en muchos países del mundo para estigmatizar la violencia de género y poner fin a una serie de delitos que van desde el acoso, el hostigamiento, las palizas e incluso el asesinato. El feminicidio, como todos saben, no indica el género de la persona asesinada, sino el motivo: asesinada por ser mujer. Se trata pues de una norma que se hizo necesaria precisamente para condenar un abuso, una desigualdad, una injusticia histórica.

Así como el feminismo no es una lucha entre bandas, una guerra de mujeres contra hombres que enfrenta a la mitad de la población contra la otra (para citar nuevamente al eminente jurista argentino), sino un movimiento de la sociedad civil que lucha desde hace décadas para superar la discriminación. Son conceptos que para todos están más o menos claros. Sin embargo, oír al Presidente de un Estado y a su Ministro de Justicia expresarse en esos términos crea confusión, insinúa dudas, crea consignas fáciles de difundir para arrasar de un empujón razonamientos complejos.

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No es fácil predecir si la norma anunciada se pondrá en práctica, y quizás ese no sea el punto más importante. Lo importante son los anuncios, las proclamas, las pancartas. Lo que no se podía decir (quizás sólo susurrar) ahora se puede gritar: que el feminismo es discriminatorio puede ser tema de discusión en una cámara parlamentaria, en las sedes de un gobierno o tema de charla en un bar. En un país como Argentina, donde cada 35 horas ocurre un femicidio (252 en 2024), el presidente Milei ha cancelado el Ministerio de la Mujer y la Secretaría de Violencia de Género, recortando fondos para la “línea 144” (para denuncias de violencia doméstica) y para programas Dirigido a las víctimas.

¿Y luego qué más? ¿De quién será el turno? ¿Cuál será la próxima oportunidad de propaganda? ¿A quién perseguirán los garrotes mediáticos de la política populista de extrema derecha? El feminismo, la diversidad, la inclusión, la igualdad, la inmigración, el aborto, el ecologismo y la ideología de género son los enemigos a combatir, declaró Milei hace unos días con motivo del 53º Foro Económico Mundial. Y desde Estados Unidos, Trump le hace eco en una especie de concurso para ver quién puede decir la mentira más grande.

“El sueño de la razón produce monstruos” era el título de un famoso grabado de Francisco Goya de finales del siglo XVIII. Sólo que los monstruos no son sólo aquellos que hacen proclamas al mundo entero. Los monstruos viven dentro de nosotros, por desgracia, en el vientre blando del individualismo obtuso, en el egoísmo narcisista y soñoliento, en el miedo a los demás y a los diferentes, en la renuncia al sentido crítico y en la ignorancia de la Historia que, por desgracia, se repite. . , no siempre como una farsa.

Y esos monstruos son los que más deberían asustarnos, aquellos que se sienten solicitados por sus palabras, y que en el fondo se sienten tranquilizados por sus palabras, porque quienes escuchan a otro repetir sus pensamientos más vergonzosos y embarazosos tienen la impresión de ser menos vergonzosos. y menos embarazoso. Y probablemente es por eso que siguen votando por ellos.

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