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Mafiosos y golpistas

por Enrique Guillermo Avogadro

Cristina Elisabet Fernández de Kirchner sólo tiene un objetivo -lograr la impunidad para sus múltiples delitos- y, para lograrlo, está dispuesta a incendiar Roma; la comparación con Nerón no es gratuita, ya que el Emperador padecía una gravísima enfermedad mental similar a la que, sin duda, afecta a nuestra emperatriz hotelera. Las fuerzas de choque de las que la insana jefa dispone para generar el caos incluyen a “soldaditos” del narcotráfico, barrabravas subsidiados, criminales liberados con la excusa del Covid, falsos mapuches y terroristas del Sendero Luminoso peruano y de las FARC/ELN colombianos, instructores venezolanos, cubanos e iraníes, y anarco-cuentapropistas; esta semana, algunos de sus más energúmenos seguidores han llamado a la “batalla” (sic) y arrastran a los pobres tan fanatizados que se niegan a reconocerla como responsable de su miseria.

Cuando los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola pidieron penas tan severas para la viuda de Kirchner y un grupo de sus cómplices, abrieron la caja de Pandora. Pese a que falta mucho para que la sentencia del Tribunal sea emitida, ya que aún deben hablar los abogados defensores e, inclusive, decir sus “últimas palabras” los acusados, el aparato mediático del Ejecutivo ordenó que el “pueblo” salga a bancarla, realice enormes concentraciones y corte las rutas, en una actitud claramente mafiosa y golpista; que ese golpe sea dirigido contra el Poder Judicial, en especial contra la Corte Suprema, no lo hace menos grave a la luz de los preceptos constitucionales.  

En su intervención por YouTube desde su despacho en el Senado –algo habitual en ella pero no por eso menos ilegal- Cristina Fernández no refutó una sola de las demoledoras pruebas que los fiscales exhibieron en el juicio, utilizó bastardamente datos personales tergiversados o falsos para denostar a fiscales y jueces y tratar a Mauricio Macri de delincuente,, confesó que su AFI espiaba, acusó de corrupto a su marido muerto, negó que su gobierno haya sido una asociación ilícita y sostuvo que ella ignoraba cuanto sucedía (confesiones de empresarios “arrepentidos”, secretarios privados enriquecidos, cuadernos de Oscar Centeno, asociación inmobiliaria con Lázaro Baéz y bolsos de José López incluidos) en su administración; o sea, pretendió que no se le puede atribuir “responsabilidad funcional”. Continuación...

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