El destino es irónico. Mientras el Sarmiento volvía a descarrilar este martes –dejando veinte heridos leves–, la Justicia ordenó la detención de Julio De Vido por la tragedia de Once de 2012. La historia se repite, solo que ahora los vagones judiciales llegan con una década de retraso.
El Tribunal Oral Federal Nº 4 citó al ex ministro para que se presente este jueves a las 10. La Corte Suprema dejó firme la condena a cuatro años de prisión por administración fraudulenta. Un fallo que suena a justicia tardía, pero al menos llega a destino.
De Vido fue absuelto del delito de estrago culposo, aunque el tribunal le reprochó haber dejado rodar la corrupción sobre los rieles de TBA sin control alguno. Más que un ministro de Planificación, fue un maquinista del desvío.
La Corte cerró el expediente con su clásico artículo 280, el atajo elegante para decir “no nos interesa seguir escuchando excusas”. Rosatti, Rosenkrantz y Lorenzetti coincidieron por una vez, cosa más rara que un tren a horario.
El contraste no pudo ser más elocuente: un ex ministro llamado a prisión mientras otro convoy del Sarmiento se incrusta en los titulares. Argentina, país circular, donde los vagones de la impunidad siempre vuelven a pasar por la misma estación.
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