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🗞️⚖️🗳️ Casa tomada

Caputo adentro, Francos en la puerta y Milei con la llave del desconcierto

Mientras Santiago Caputo afianza su trono invisible en la Casa Rosada, el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, espera paciente —y quizás resignado— una señal presidencial. El gobierno libertario, que empezó con motosierra y épica celestial, hoy parece más una obra de Ionesco: ministros que se van, asesores que mandan y un presidente que escucha a su sombra más que a sus funcionarios.

La renuncia de Werthein fue apenas el primer tambor: en su lugar, Milei puso a Pablo Quirno, hombre de Luis “Toto” Caputo. Un fichaje que selló lo que muchos sospechaban: el corazón del poder ya late al ritmo de los Caputo, no del gabinete. Y mientras los ministros se consumen en silencio, las “Fuerzas del Cielo” avanzan con paso firme y mirada de comité central.

Francos, el último moderado en pie, intenta conservar algo de institucionalidad entre tanto dogma. Pero el aire se espesa: los libertarios de la vieja guardia lo ven como un intruso tibio, y el ala dura —más Caputo que Milei— lo quiere fuera del tablero. “Guillermo no habla con nadie”, dicen cerca suyo. Y cuando los ministros dejan de hablar, los consejeros gobiernan.

La paradoja es digna de teatro: el canciller saliente representaba el orden diplomático; el entrante, la obediencia financiera. Trump, en Miami, sonríe: su salvataje económico fortaleció a quien ahora tiene más poder real que el propio jefe de Gabinete. Y en Balcarce 50, el nuevo credo es claro: quien controla el dólar, controla el alma.

Milei, entre la fe libertaria y el pragmatismo trumpista, se prepara para rearmar su gobierno después de las elecciones. Francos podría caer, Caputo subir, y el resto acomodarse según los designios de la “hermana mayor” y el asesor omnipresente. En ese tablero, las viejas promesas de apertura con Macri suenan a eco en un túnel vacío.

Mientras tanto, los que aún resisten en el gabinete —Bullrich, Petri, Cúneo Libarona— ya son fotos amarillentas en la galería de las bajas. El clima es de fin de ciclo, aunque falte medio mandato. La casa no se derrumba: simplemente cambió de dueño.

Y si Francos finalmente cruza la puerta, Milei sabrá que su gobierno ya no tiene ministros, sino custodios del poder invisible. Caputo no necesita despacho: ya tiene la llave.

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