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🗞️ 💃🏛️ Presidencia improvisada

El gobierno de Javier Milei amaneció con otra silla vacía en la mesa chica. Gerardo Werthein, canciller, empresario ecuestre y puente con Washington, presentó su renuncia justo el día del cumpleaños del Presidente. El agasajo en Olivos fue íntimo, pero con sobremesa política: entre la torta y los brindis, se discutía quién entra, quién sale y cuánto más puede improvisarse sin que el país pierda el equilibrio.

El canciller renunciante se convirtió en el nuevo fusible de un gabinete que cambia más rápido que los nombres de los ministerios. Werthein había quedado en el centro del ring tras la visita de Milei a la Casa Blanca, donde Donald Trump —con sonrisa de casino y reloj de oro— le habría dicho que el “apoyo financiero” dependería del resultado electoral argentino. Una frase que en Washington suena a advertencia, pero en Buenos Aires explotó como interna.

Los trolls libertarios hicieron el resto. Desde las redes, el llamado Gordo Dan y otros profetas digitales del “Cielo” descargaron artillería contra el canciller, acusándolo de tibio, de diplomático clásico y —peor pecado— de no tuitear lo suficiente. Werthein, un hombre de modales ecuestres y perfil institucional, eligió desmontar antes que seguir jugando al esgrima con fantasmas digitales.

En la Cancillería, las luces quedaron encendidas hasta tarde. Algunos diplomáticos brindaron en silencio: “Se fue cansado de que lo operen desde adentro”, confiaron al diario La Nación. Traducido al criollo: renunció porque ya no se gobierna desde los ministerios, sino desde los grupos de WhatsApp del entorno presidencial.

En los pasillos de Balcarce 50 se menciona a Nahuel Sotelo, actual secretario de Culto, como posible reemplazo. Joven, fervoroso y cercano al asesor todopoderoso Santiago Caputo, reúne las tres condiciones que hoy pesan más que un currículum: lealtad, obediencia y fe.

Mientras tanto, Milei soplaba las velas de su torta número 55 meditando sobre un gabinete que parece armado con piezas de ajedrez… pero jugadas como en un partido de truco. Entre un “quiero vale cuatro” y un “venga el cambio”, la política exterior argentina queda a la espera de un nuevo timonel.

Y así, el país celebra otro cumpleaños presidencial con sabor a remake: el de una Presidencia improvisada, donde cada renuncia es un ensayo general… del próximo error.

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