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La fiesta de las luces terminó a balazos

Sidney, Australia
En plena celebración de Hanukkah, dos hombres armados —padre e hijo— abrieron fuego contra familias reunidas junto al mar. El saldo oficial: 15 muertos, cerca de treinta heridos y una comunidad entera golpeada en su corazón.

El ataque fue rápido, metódico y brutal. Desde un puente peatonal elevado sobre Campbell Parade, los agresores dispararon repetidamente contra el césped del festival. Testigos hablan de una secuencia interminable de detonaciones, de gente corriendo sin entender de dónde venían los tiros, de niños, ancianos y familias atrapadas en una trampa a cielo abierto.

La policía australiana calificó el hecho sin rodeos: terrorismo. Uno de los atacantes, de 50 años, murió durante el enfrentamiento; el otro, de 24, permanece hospitalizado bajo custodia. No hay más sospechosos, aseguraron las autoridades de Nueva Gales del Sur, que además confirmaron el hallazgo de artefactos explosivos improvisados en un vehículo cercano. El plan era matar más.

Entre las víctimas figuran el rabino de Sídney, una niña de 12 años y un sobreviviente del Holocausto. Dos agentes resultaron gravemente heridos. La escena dejó una imagen incómoda y potente: los socorristas evacuando heridos sobre tablas de surf, mientras el sol caía sobre una playa que minutos antes estaba llena de vida.

En medio del caos emergió un gesto que evitó una tragedia aún mayor. Un transeúnte, Ahmed al Ahmed, se lanzó desarmado contra uno de los tiradores, logró quitarle el fusil y lo desestabilizó. Fue herido en el brazo por el segundo atacante, pero su acción permitió a la policía cercar y neutralizar a los agresores. “Un verdadero héroe”, lo definieron las autoridades locales.

El primer ministro Anthony Albanese habló de “un acto de antisemitismo despiadado que ha golpeado el corazón de la nación”. La condena fue unánime dentro de Australia, acompañada por mensajes de solidaridad de líderes internacionales, de la comunidad musulmana australiana y de la Autoridad Palestina. El país amaneció en duelo.

Desde Jerusalén, sin embargo, el tono fue otro. Benjamin Netanyahu apuntó directamente contra Canberra y acusó al gobierno australiano de “echar leña al fuego del antisemitismo”, en referencia a decisiones diplomáticas recientes, como el reconocimiento del Estado palestino. Para Israel, el silencio —o la ambigüedad— también mata.

Bondi Beach, ícono turístico, postal de verano y símbolo de convivencia, quedó marcada por el sonido de las sirenas y los gritos de una multitud que había ido a celebrar la luz. La fiesta terminó, pero la pregunta queda flotando sobre la arena: cuánta oscuridad más puede tolerar una sociedad antes de reaccionar de verdad.

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