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India descubrió que Messi no es una atracción inflable

La India quiso tocar el cielo con la mano y terminó arrancando butacas. Bastaron unos minutos de Lionel Messi saludando desde el césped para que el entusiasmo se transformara en furia organizada, esa que aparece cuando el marketing promete épica y entrega apenas una postal borrosa.

El organizador del evento fue detenido en Bengala Occidental, no por ofender al fútbol sino por violar una regla básica del espectáculo moderno: no se cobra una experiencia premium para ofrecer una salida de emergencia. La denuncia formal y el compromiso de devolver el dinero llegaron después, como siempre, cuando el estadio ya estaba roto.

Messi dio una vuelta olímpica sin copa, sin pelota y sin partido. Saludó, agradeció y se fue. Estaba previsto que jugara unos minutos, pero la promesa se evaporó tan rápido como la paciencia del público que había pagado más de cien dólares por ver algo más que una silueta en movimiento.

El resultado fue un manual del desastre: invasión de campo, asientos arrancados, botellas volando y una frustración colectiva digna de una superproducción mal ensayada. La idolatría es poderosa, pero cuando se la estafa, muerde.

“Ver a Messi era un sueño”, dijo un empresario local. El detalle es que los sueños, cuando se cobran, deben cumplirse. De lo contrario, se convierten en contratos rotos, enojos reales y policías tomando declaraciones.

La gira sigue su curso por Calcuta, Hyderabad, Bombay y Nueva Delhi, con encuentro incluido con Narendra Modi, como si el problema hubiese sido un simple traspié técnico. La agenda oficial avanza, aunque el desorden ya dejó su firma en cemento y metal.

Antes de aterrizar, Messi ya tenía estatua: 21 metros de bronce simbólico levantando la Copa del Mundo. Tronos, casas recreadas, shows musicales y partidos de siete contra siete completan la llamada GOAT Tour, una mezcla de religión pop y parque temático.

El episodio deja una enseñanza incómoda: Messi es un genio del fútbol, no un comodín para tapar improvisaciones. Cuando el espectáculo se monta sin red, el ídolo no cae solo: cae todo el circo. Y alguien, tarde o temprano, termina esposado.

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