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Arabia Saudita del Uranio: la nueva estampita económica

La Argentina oficial amaneció con un sueño atómico bajo el brazo: convertirnos en una potencia nuclear capaz de hacer palidecer hasta a los jeques del Golfo. La creación de la nueva Secretaría de Asuntos Nucleares —un organismo que suena a capítulo perdido de Los Supersónicos— promete coordinar, tutelar y “dinamizar” un sector que, desde hace décadas, vive entre la genialidad científica y la eterna falta de combustible… financiero.

Federico Ramos Napoli, designado para comandar esta nave atómica, llega con un currículum impecable: saneó DIOXITEK, eliminó déficit, reestructuró procesos y hasta batió récords productivos. Un tecnócrata de trinchera, de esos que conocen la radioactividad pero también la matemática del Excel. Su gestión, dicen, fue lo más parecido a transformar plomo en oro dentro del Estado.

La apuesta oficial es clara: si el mundo necesita invertir 250.000 millones de dólares anuales para triplicar la capacidad nuclear hacia 2050, Argentina quiere subirse al tren —aunque todavía no tenga del todo claro cómo pagar el boleto. El comunicado no se sonroja al afirmar que el país podría convertirse en la “Arabia Saudita del Uranio”, como si el subsuelo fuera suficiente para compensar décadas de volantazos geopolíticos y presupuestos licuados.

Entre líneas, la jugada también tiene aroma a urgencia. Las centrales argentinas vienen arrastrando falta de uranio, y las negociaciones para garantizar insumos críticos han requerido más diplomacia que un viaje papal. El sueño nuclear existe, sí, pero todavía necesita mucho más que entusiasmo.

Y mientras la epopeya atómica se calienta, en el otro extremo del tablero aparece Luis “Toto” Caputo anunciando que mañana buscará US$1.000 millones al 9% para cubrir parte de los US$4.500 millones que vencen en enero. Una tasa que haría llorar hasta al usurero del barrio. Pero así está el mercado voluntario: es voluntario, sí… voluntario para arrancarte un ojo.

El nuevo BONAR 2029N se emitirá a cuatro años, con un cupón de 6,5% y pago íntegro al final del mandato siguiente. Una forma elegante de decir: “Yo firmo, que lo pague otro”.

El contraste es casi poético. Por un lado, el Gobierno habla de revolucionar la matriz energética y subirse al podio nuclear global. Por el otro, sale al mercado a buscar dólares urgentes para tapar parches de un verano que ni empezó. Energía del futuro y deuda del pasado, todo mezclado en el mismo cóctel criollo.

Argentina quiere un futuro atómico. Pero antes debería asegurarse de no explotar financieramente en el intento.

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