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Dos pesos, dos medidas

En la frontera entre Santo Tomé y São Borja, la matemática dejó de ser un misterio: el peaje pasó de $28.000 a $1.600 y la Argentina descubrió, otra vez, que los números también son un acto de sinceridad política. Nada como una concesión brasileña para demostrar que lo imposible sólo tarda un cambio de operador.

La nueva tarifa —que pasó de parecer un control aduanero a un impuesto al asfalto— derribó de un plumazo la épica del “costo irrecuperable”. Durante 25 años, se nos dijo que el puente necesitaba amortizarse como si fuera una pirámide faraónica. Ahora resulta que la obra ya estaba pagada, amortizada y con moño. Milagros fronterizos: no vienen de Roma, vienen de Brasil.

El intendente José Augusto Suaid, con gran diplomacia, evitó decir lo evidente: que alguien tuvo la mano demasiado pesada durante demasiado tiempo. “No podemos medir con la misma vara”, aclaró. Y claro que no: una vara mide $28.000; la otra, $1.600. La geometría del Mercosur es así de simple.

La rebaja no sólo alivió bolsillos: dejó expuesto quién respiraba dentro de la concesión anterior. La frase “otro tipo de contrato” suena elegante, pero traduce lo de siempre: tarifas que no se discutían porque el argumento era “recuperar la inversión”… aunque la inversión ya hubiera vuelto de vacaciones hace rato.

Mientras tanto, la vida fronteriza sigue moviéndose con la precisión de un reloj suizo: argentinos que cruzan a Brasil para comprar leche al precio argentino de 2019, y brasileños que estudian en Santo Tomé carreras que en su país cuestan un semestre de sol y playa. Todo bajo el mismo puente que, ahora, cobra como si recién se despertara.

El tránsito —que mueve más del 25% de los camiones entre ambos países— agradece la rebaja como quien agradece una tregua. No es un regalo: es una tarifa que dejó de ser un impedimento para volver a ser un precio.

La historia, claro, no empezó hoy. Mercovia S.A. vivió años de prórrogas como si la licitación fuera un mito urbano. Cuando finalmente apareció competencia real, ganó una empresa brasileña con un plan de USD 100 millones para mantener el paso. Una inversión seria, sin épica ni discursos, sólo números que cierran.

Y ahí está la enseñanza: cuando dos países administran un puente, uno baja el peaje y el otro mira el piso como quien perdió las llaves. Entre Santo Tomé y São Borja no hay misterio: hay dos pesos, dos medidas… y una frontera que acaba de revelar quién hacía el negocio y quién ponía la plata.

Porque, al final, los puentes unen. Pero las concesiones, a veces, separan: entre el que paga y el que cobra. Y en este caso, la diferencia no es ideológica: es de $26.400.

En la Argentina, la moral pública puede ser flexible. Pero la calculadora no perdona. Y menos cuando está al lado de una frontera.

 ✍️ ©️2025 El Analista del Fondo de la Caja – All Rights Reserved


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