Entre croissants y promesas de libre mercado, Javier Milei vendió su evangelio económico en Nueva York. Los inversores lo aplaudieron; Pimco lo retó; y el dólar, desde lejos, pidió pista para flotar.
Entre croissants y promesas de libre mercado, Javier Milei vendió su evangelio económico en Nueva York. Los inversores lo aplaudieron; Pimco lo retó; y el dólar, desde lejos, pidió pista para flotar.
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