El nuevo Presupuesto nacional trae una novedad amarga para los jubilados: seguirán cobrando con ajuste por inflación, pero sin ningún incremento adicional. Ni bono nuevo ni milagro navideño. El de 70 mil pesos quedó congelado desde marzo y el invierno financiero parece eterno.
El Gobierno destinará 65,7 billones de pesos al pago de haberes, con la mitad del padrón cobrando la mínima. En otras palabras, medio país jubilado tratando de sobrevivir con un recibo que apenas alcanza para un carrito de supermercado.
Milei anunció que el gasto previsional crecerá 5%, aunque ese aumento se evapora en el aire: es contable, no real. Traducido: las jubilaciones suben en papel, pero no en el bolsillo.
El proyecto asegura también un modesto repunte de la recaudación por aportes, impulsado por el “crecimiento” económico. Pero los cálculos de la Oficina del Presupuesto del Congreso confirman lo obvio: la cuenta no cierra ni con el Impuesto al Cheque ni con la fe libertaria.
Mientras tanto, los mayores seguirán viendo en la inflación su único índice de actualización. Y el bono de 70 mil pesos se convirtió en la estampita oficial del ajuste: se menciona, se reza… pero no se cobra.
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