Javier Milei ganó las elecciones, pero ahora tiene que gobernar. Y eso, en Argentina, significa sentarse a negociar con los mismos “políticos de la casta” a los que juró no mirar ni en sueños. El jueves, a las cinco de la tarde, los recibirá en la Casa Rosada: gobernadores de todos los colores, apetitos fiscales incluidos.
El encuentro fue anunciado como “un gesto de apertura”, aunque nadie en el gabinete se anima a definir si es una apertura democrática o una cirugía sin anestesia. Milei quiere consenso para el Presupuesto y para las reformas laboral y tributaria que planea mandar al Congreso en sesiones extraordinarias.
A su lado estarán Guillermo Francos —aún jefe de Gabinete, todavía con fecha de vencimiento incierta—, Luis Caputo, domador de mercados, y Lisandro Catalán, el nuevo encargado de explicar la aritmética fiscal a las provincias desesperadas. Los gobernadores llegarán con la lista de obras públicas bajo el brazo, y una mano extendida hacia el Tesoro.
El presidente promete “amplitud”, pero la mesa luce como un ring de boxeo. Nadie ignora que en el detrás de escena se cocina otra pelea: la interna libertaria entre su hermana Karina y el operador Santiago Caputo, dos sombras que disputan cada ministerio como si fuera un trono.
El discurso oficial habla de un “nuevo Pacto de Mayo”. Los gobernadores traducen: “queremos saber cuánto hay para nuestras provincias”. Milei, que esta vez ensaya un tono menos mesiánico, insiste en que “dos de cada tres argentinos no quieren volver al pasado”. Pero el futuro que propone sigue siendo una incógnita.
En las provincias, la paciencia es corta. El veto presidencial a la ley que garantizaba fondos automáticos del Tesoro dejó heridas abiertas. Los mandatarios provinciales pedirán, sin rodeos, que regresen las obras paralizadas y los programas previsionales. Milei, fiel a su estilo, intentará convencerlos de que el mejor subsidio es el mercado.
En Casa Rosada confían en reunir “al menos quince” gobernadores. El resto mirará desde sus provincias cómo el libertario más famoso del planeta intenta convertir la teoría del ajuste en política práctica. Un desafío digno de un mago… o de un ilusionista que aún cree que las cuentas cierran con fe.
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