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🗞️ 💰💹 🏛️ Dolarizar la pobreza: el experimento Milei en carne viva

El “moto-economista” de la motosierra parece decidido a convertir a la Argentina en un experimento de laboratorio: mezclar dinamita con dólares y ver qué pasa. Sus recetas, vendidas como pociones mágicas contra la inflación, recuerdan más a las de un curandero de mercado que a un plan económico serio.

La “solución” de Milei es tan simple que asusta: eliminar el Estado, dolarizar la economía y esperar que el libre mercado, ese dios sin cara, reparta justicia. Lo malo es que en la historia argentina, cada vez que se le dio al mercado la caja registradora y la bandera, terminó cobrando entrada a los pobres y vendiendo el país en cuotas.

El presidente anarcocapitalista sueña con un país sin pesos, sin regulaciones y sin frenos. Pero lo que omite decir es que también sería un país sin red, sin amortiguadores sociales, sin hospitales que funcionen y sin maestros que cobren. Es el milagro de transformar la pobreza en libertad… de morirse por cuenta propia.

La dolarización, ese mantra que repite en cada cadena, suena tentadora cuando la inflación arrasa con los ahorros. Pero la historia ya ofreció una muestra gratis en los 90: la convertibilidad que terminó en helicóptero. Convertir al dólar en tótem nacional solo garantiza una cosa: que los sueldos sigan bajando mientras los precios suben en inglés.

A eso se suma la cirugía de gasto público sin anestesia. Milei promete achicar el Estado como quien promete bajar de peso comiendo aire. Pero detrás de los recortes están las jubilaciones, la salud, la educación y la inversión que sostiene lo poco que queda de estructura social.

Los defensores del “laissez-faire” suelen decir que el mercado se autorregula. Lo cierto es que se autorregula como una jauría: los fuertes comen primero. Y si el Estado se retira, el resultado no es libertad sino selva, con los mismos de siempre cazando las presas más flacas.

El FMI mira con sonrisa discreta. Ya sabe cómo termina la película: primero el aplauso de Wall Street, después la recesión, y finalmente la deuda eterna. En el guion de Milei, el Estado se extingue, pero el Fondo siempre sobrevive.

Argentina necesita estabilidad, sí. Pero no una terapia de shock con dinamita económica. Lo que Milei llama “reforma profunda” parece más bien un salto sin paracaídas: otro déjà vu con olor a corralito y promesas de prosperidad que solo alcanzan a los que ya tienen cuenta en Miami.

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