Los gobernadores responden a Milei con silencio estratégico y una sonrisa de revancha.
Por estos días, en la Casa Rosada suena un eco bíblico con tono político: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”.
Pero los diez gobernadores que el presidente Javier Milei quiso reunir para la gran “foto de la gobernabilidad” respondieron con una ironía sincronizada:
“Hablamos después del 26.”
Una frase corta, pero que pesa toneladas.
Detrás de ella se esconde un año de desplantes, recortes y desprecios que ahora se cobran factura.
Las provincias saben que han ganado un peso que no tenían: sus votos en el Congreso valen oro, y sus territorios marcan el pulso real del país.
De los ninguneos al ninguneador
Hace apenas doce meses, el Gobierno central los ignoraba en las negociaciones por el presupuesto 2025. Hoy, con La Libertad Avanza desinflada y el humor social en caída, los mismos gobernadores prefieren no posar con un presidente que suma más enemigos que aliados.
Desde el sector empresario también llega el reclamo: “Esperábamos que, tras la bendición de Trump, Milei los convocara. No pasó y eso preocupó”, confiesa un alto referente financiero.
El problema, admiten incluso dentro del oficialismo, es que el Presidente dejó que sus ministros dialogaran sin poder de decisión: Francos, Catalán o el omnipresente Caputo no manejan la caja, y sin presupuesto no hay política que valga.
La venganza del silencio
Cuando la Rosada intentó armar la foto con al menos diez mandatarios, la respuesta fue unánime: no.
Ni siquiera fue necesario coordinarlo por el grupo de WhatsApp que comparten los gobernadores.
“Hablan entre ellos más que con nosotros”, reconocen desde Interior.
El caso más irritado es el del salteño Gustavo Sáenz, quien se sintió “maltratado” y traicionado: los libertarios le habían prometido no presentar listas en su provincia, y luego bajaron con su tropa encabezada por el Gordo Dan Parisini.
Hoy Sáenz apoya a Flavia Royón y jura que no habrá abrazo con Milei ni aunque caiga maná del cielo.
Los diálogos que no llegan
Los gobernadores no quieren incendiar la situación —sería letal para todos—, pero tampoco planean tirar salvavidas a un Gobierno que despreció los consensos.
“Levantamos el pie del acelerador en el Congreso —admiten—, pero no vamos a resolver los errores de los libertarios.”
En la Rosada lo saben. Confían en que, después del 26 de octubre, con los resultados sobre la mesa, será posible reconstruir puentes.
Y apuestan a que Luis Caputo se siente en la “mesa política” con el poder real que hasta ahora nadie tuvo: el del presupuesto.
Gobernabilidad o milagro
Ni los pronósticos más optimistas imaginan un país “pintado de violeta”.
Sin acuerdos, no habrá reformas estructurales, ni gobernabilidad, ni milagro que valga.
Porque —como dijo un veterano del peronismo norteño—
“Dios puede abrir puertas, pero los gobernadores tienen las llaves.”
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