
📩 Carta de un lector
“Siempre los manosantas van a ser superiores a los médicos, en la opinión popular… Este, lo digo con pena, es un país africano. Sólo cree en la magia y está dispuesto a escuchar cualquier embuste que le prometa una vida sin sacrificios. Eso unido a la baja calidad moral de todos los gobernantes, da un panorama de poco optimismo. Estamos como advirtió Sarmiento hace casi un siglo: necesitados de educar a las clases más bajas, para que descarten el animismo, la magia y dejen de deglutir el pescado podrido que les venden los miserables que se abusan de la ignorancia.”
✒️ Respuesta del editor
“Los oligarcas y el Peludo”
Hay épocas en que la Argentina parece condenada a repetir su propio libreto, cambiando apenas los actores. Milei, con su “presupuesto de motosierra”, no inventa nada nuevo: se suma a una tradición donde los discursos milagrosos seducen más que las terapias de fondo.
En 1943, el “Quién es Quién” no encontraba lugar para un tal Juan Domingo Perón. Tres años después era Presidente, dueño de un poder inmenso. El ascenso no fue un meteorito: fue el resultado de décadas de una oligarquía que gobernaba con elegancia de salón, discursos de Tocqueville y Henry George… pero de espaldas al pueblo.
El país, que en 1910 celebraba con pompa su Centenario, entró luego en una etapa donde el fraude electoral y la exclusión terminaron dando pie al radicalismo de Alem e Yrigoyen. Don Hipólito —el “Peludo”— encarnó la irrupción de ese otro país, menos ilustrado pero más real. Su krausismo inentendible para muchos, sus frases interminables, no impidieron que lo siguieran multitudes que se sabían por fin incluidas.
El dilema de entonces resuena hoy:
¿Gobernar con fórmulas de “élite culta” que administraba bien pero no representaba a nadie? ¿O con líderes que hablan de sacrificios y milagros, a los que el pueblo escucha como si fueran manosantas, porque prometen alivio inmediato?
La historia argentina muestra que ninguna de esas soluciones por sí sola alcanzó. Y que, a falta de equilibrio, siempre volvemos al péndulo: de los oligarcas al Peludo, del Peludo al militar, del militar al populista, y ahora, a un libertario que promete exorcismos fiscales.
Lo único cierto es que, sin educación real y sin ciudadanía crítica, el terreno seguirá fértil para manosantas de turno.
🎭 Cierre con salero
Decía Baudelaire que “un gran hombre no es un meteorito”. En la Argentina, a veces lo parece. Pero en rigor, es siempre el mismo escenario: un pueblo descreído de los médicos, que sigue confiando en el té de “orejita del lobizón”.
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