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“Hasta los perros escapan cuando no se les presta atención”

Argentina

En los cuarteles argentinos ya no se escuchan marchas militares, sino el sonido de las puertas que se cierran detrás de los que piden la baja. Desde que Javier Milei asumió, 18.659 militares dijeron “hasta acá llegamos”, y dejaron las filas más ordenadas que un desfile de desfile vacío.

Según los números servidos por Guillermo Francos en el Congreso, se fueron 840 oficiales, 2398 suboficiales y 15.421 soldados voluntarios. Es decir: los que más necesitaban motivación fueron los primeros en salir corriendo. El ejército de la “Libertad Avanza” avanza… pero hacia la salida.

Los desertores se cuentan por miles y las excusas se repiten: salarios que no alcanzan ni para limpiar las botas, y una carrera profesional más chata que la meseta patagónica. Las cuentas no cierran: el Ejército perdió 14.614, la Fuerza Aérea 2971 y la Armada 1074. Con esos números, los barcos flotan pero la tropa se hunde.

Puertas adentro, los uniformados hacen malabares para sostener el discurso oficial de que “no pasa nada”. Como si casi 19.000 bajas fueran apenas una gripe de cuartel. El problema es que no hay reemplazos suficientes: los institutos de formación militar sacan egresados al ritmo de goteo, mientras las bajas caen como lluvia de verano.

La paradoja es que, mientras Milei habla de recuperar “el orgullo nacional”, los soldados voluntarios –la tropa real que sostiene los operativos– son los que más rápido abandonan el barco. Al final, parece que en Argentina no hay que temerle a la invasión extranjera… sino al éxodo propio.

Porque ya lo dijo el refrán adaptado a la coyuntura: “hasta los perros escapan cuando no se les presta atención”. Y en este caso, ni la correa de la obediencia puede retenerlos.

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