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Argentina, 15/07/2025
El romance Milei–Villarruel llegó a su final: del dueto libertario a la interna feroz
Lo que empezó como un experimento de alquimia libertaria terminó en un clásico del circo político argentino: traiciones, puñales por la espalda y una pista central donde el presidente grita solo, mientras la vicepresidenta le arma su propio acto a unos metros.
La sesión del Senado que aprobó el aumento jubilatorio, con apoyo de opositores y la bendición silenciosa de Victoria Villarruel, fue la gota que rebalsó el vaso. Desde el rincón presidencial llegaron insultos varios: “traidora”, “desleal”, “populista encubierta”. Ella, impasible, respondió desde Instagram con un posteo que bien podría haber salido del archivo de Eva Perón:
“Un jubilado no puede esperar y un discapacitado menos. Que ahorre en viajes y en la SIDE y listo.”
Un mensaje simple, filoso, y mucho más humano que toda la obra de Milei desde que asumió.
La ruptura, sin embargo, venía gestándose desde hace meses. Villarruel fue cuidadosamente excluida de las decisiones centrales del Ejecutivo. Mientras Javier Milei se entretenía con motosierra en mano, el ala moderada –si es que ese término aún aplica– buscaba espacios para sobrevivir políticamente. Y ella, la abogada sobria, católica y nacionalista, entendió que su juego se jugaba fuera del Palacio.
Agenda propia no le falta. Recorre la provincia de Buenos Aires con Claudia Rucci –heredera de la CGT peronista en modo derechos humanos– y comparte actos con gobernadores, algo así como un sacrilegio en la lógica libertaria, donde el federalismo es una molestia y el diálogo una herejía.
Así, el 20 de junio se plantó en Rosario, conmemorando el Día de la Bandera al lado de Pullaro y Javkin. Mientras tanto, el Presidente prefería el confort del Campo de Polo en Palermo.
El 9 de julio repitió la jugada en Tucumán, ahora en nombre de la Independencia. Milei no asistió porque –según dijeron– el clima no lo favorecía. Aparentemente, los truenos sólo le gustan en Twitter.
La escena es clara: Villarruel ocupa los actos vacíos que Milei desprecia.
Y lo hace con tono institucional, cara de prócer y un olfato político que huele la debacle libertaria desde adentro. El circo cambió de acto. El payaso mayor sigue en su carpa con luces LED y aplausos pagos, pero la ex aliada ya aprendió a armar su propio espectáculo.
Y ojo, que el público empieza a girar la cabeza.
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