ElCanillita.info, 20/11/2025
En una crónica olvidada, un periodista francés describió con cruel ternura a la chusma de Buenos Aires como esa “aldea que besa la mano del político que le arroja sobras y la castiga con desprecio”. Un siglo después, la escena no ha cambiado tanto. Solo cambió el filtro: hoy se besan manos pixeladas en TikTok, y las sobras vienen en bolsas cerradas con cinta celeste y blanca.
Karina Milei, hermana del Titán del Circo Javier, se pasea por las provincias como si repartiera bendiciones. En realidad, reparte pan. Literal. Pan, arroz, y quizás un bono no declarado para el puntero de turno. La estrategia es clara y vieja: dar lo justo para que el hambre no despierte rebeldía, pero nunca tanto como para que sobre el coraje.
En un país donde “no hay plata”, la pobreza no viste andrajos, pero sí carga con una pesada mochila invisible: la resignación. Karina lo sabe. Y como una aprendiz aventajada de la escuela populista, convierte el hambre en marketing electoral.
¿Voto a cambio de pan? ¿Miseria organizada con fines de urna? ¿O simplemente la continuidad histórica de una Argentina que desde tiempos de Rosas aprendió a obedecer al amo de turno a cambio de una caricia?
Mientras tanto, en la aldea digital, los likes se multiplican. Y el pan, aunque duro, alcanza para otro voto.
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