por Enrique Guillermo Avogadro
Mañana, seguramente, asistiremos a una nueva payasada del Gobierno cuando, en Salliqueló, aparezcan tomados de la mano los integrantes de ese triunvirato compuesto por un don nadie que, a último momento, se calzó las botas, por una envejecida reina que ve el poder escurrírsele entre los dedos y sólo aspira a la resistencia, y por el personaje más inescrupuloso de cuantos ha producido esta tierra, tan fecunda para engendrarlos como proclive a ser sometida por estos crápulas.

Si no viviéramos aquí, hasta podría resultar gracioso ver como se autocelebran por una obra pública pintada con los colores de Unión por la Patria y bautizada con el nombre –tan repetido- del fundador de este adefesio político y delincuencial que tanto daño ha hecho al país; pero, salvo que un nuevo cisne negro, como ha sucedido tantas veces, despliegue sus alas sobre la Argentina, es probable que asistamos también al funeral del kirchnerismo, por lo menos a nivel nacional.
Quienes, desde esa asociación ilícita, se ilusionan con conservar algún poder de fuego en el Congreso con la incorporación de una tropa de senadores y diputados férreamente leales a un proyecto que les resultará ya ajeno, olvidan la venalidad que impregna el espíritu de esos presuntos sobrevivientes quienes, como siempre lo han hecho a lo largo de la decadente historia que protagonizamos, sin pudor alguno cambiarán de camiseta, sabiendo también que no existirá sanción social ni política para quienes opten por el transfuguismo.
La perenne vocación del poder del peronismo obliga a sus más encumbrados actores a tragar sapos sin solución de continuidad. Hoy, cuando necesitan de la solidaridad de otros integrantes de esa estafa monumental llamada “Patria Grande”, bajo cuya carpa se acomodan el Foro de São Paulo, el Grupo de Puebla y demás vociferantes del “Socialismo del Siglo XXI”, no dudan en apoyar sin fisuras a las dictaduras más sangrientas de la región, amparándose cínicamente en el principio de no intervención en los asuntos internos de otros países.
Pretenden que olvidemos, impulsados por su tan eficiente aparato de propaganda, que fueron actores principales en los recientes dramas terroristas de Perú y Bolivia, como antes lo hicieron en Paraguay, en Brasil, en Chile, en Colombia y en Ecuador.
¿O no se vió su criminal mano en los disturbios que destruyeron Lima, Santiago, Quito, Bogotá o La Paz? ¿Quién, sino ellos mismos, llevaron a la cárcel a Jeanine Añéz Chávez después de los ataques de los cocaleros de Evo Morales? ¿Quién, sin ellos mismos, suspendieron al Paraguay como miembro del Mercosur porque se oponía al ingreso de Venezuela y así lo lograron? ¿Quién, sino ellos mismos, aplicaron la teoría del lawfare para proteger a Luiz Inácio Lula da Silva, Cristina Fernández, Pedro Castillo y Rafael Correa?
¿Quién, sino ellos mismos, callan cómplicemente ante los asesinatos, las torturas, la expulsión de sus propios ciudadanos más allá de sus fronteras y las proscripciones de adversarios de Daniel Ortega, Nicolás Maduro o Miguel Díaz-Canel? ¿Quién, sino ellos mismos, se asocian internacionalmente con los regímenes sanguinarios de Rusia, China e Irán, capaces de exterminar a sus enemigos aún en el exterior? ¿Quién, sino ellos mismos, mientras montan movimientos feministas para destruir desde adentro a las sociedades, callan cuando se impide a Corina Machado participar en las elecciones venezolanas, cuando el poder mata a mujeres que saben demasiado en el Chaco, en Tucumán, en Caracas o en La Habana? ¿Quién, sino ellos mismos, han amasado inmensas fortunas, han saqueado los recursos naturales y llevado a sus sociedades al infierno de la pobreza y la marginalidad?
Pero no hay impostura que dure eternamente, y los mitos ya no son vendidos tan fácilmente a la ciudadanía latinoamericana que, en todas partes, como sucede en Italia o España, comienza a despertar y obliga a sus políticos –como ha sucedido con Gabriel Boric y Gustavo Petro- a privilegiar sus compromisos éticos sobre el alineamiento automático con los canallas dictadores de la región.
Faltan treinta y cinco días para que, aquí, se sustancien las PASO, dando así comienzo al real proceso electoral que, no lo dudo, llevará a la oposición al gobierno. Las terribles circunstancias socio-económicas que atraviesa la Argentina, la obligarán a actuar de forma bien distinta al gradualismo y a la componenda, y la resistencia en la calle será inevitable; es por eso que, cuando votemos, deberemos pensar muy bien quién creemos que tiene el coraje de imponer la ley y el orden para controlarla y reducirla.
Ruego a Dios que nuestros conciudadanos no vuelvan a equivocarse, como tantas veces lo han hecho eligiendo a sus propios verdugos saqueadores.
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